jueves, mayo 15

Inteligencia emocional/Félix Martín Giménez Barrios

Nos encontramos en un mundo en donde el conocimiento técnico ya no es suficiente;
la inteligencia emocional emerge entonces como una clave para lograr los objetivos.
No se trata únicamente de saber qué sentimos, sino de comprender exactamente por
qué lo sentimos y cómo podríamos manejar esas emociones. En una realidad en la
que vivimos acelerados y el estrés es común, el contar con esta capacidad influye
directamente en nuestras relaciones personales y profesionales.

Fue el psicólogo y periodista estadounidense, Daniel Goleman, quien popularizó el
concepto con su libro “Inteligencia emocional” (1995). Aunque el término fue acuñado
por los psicólogos Peter Salovey y John D. Mayer en 1990. Una de las bases de la
inteligencia emocional es la autoconciencia, ósea, la habilidad de reconocer nuestras
propias emociones y su impacto a nuestro alrededor. Al desarrollar la autoconciencia,
se pueden evitar reacciones impulsivas y tomar decisiones más equilibradas.

Evidentemente, la empatía es otro componente esencial de este tipo de inteligencia y
nos permite relacionarnos de manera genuina con los demás. En esta era digital, el
saber escuchar y comprender las emociones ajenas es todo un talento como un
desafío. Sea en el colegio, en la oficina o en el hogar, la empatía refuerza el
entendimiento mutuo, lo que reduce en gran medida los conflictos.

Hay que recordar que el saber gestionar las emociones, no es sinónimo de reprimirlas,
sino de saber canalizarlas de manera constructiva. Aprender a regular los sentimientos
mejora la salud mental y, por lo tanto, la calidad de vida. En momentos de crisis, esta
capacidad hace la diferencia entre el caos y la resiliencia. Nos da fuerza para seguir
adelante sin perder el equilibrio interno.

En definitiva, la inteligencia emocional es una forma de sabiduría aplicada que
podemos desarrollar. Invertir en ella es apostar por un futuro más humano y
equilibrado. Desde las escuelas hasta los ambientes laborales, debería ser una
prioridad en la formación integral de los ciudadanos. No basta con acumular
conocimientos; hay que saber convivir, hay que aprender a sentir y crecer juntos.