Por Benjamín Fernández Bogado
No hay nada que le haga un favor más grande a la democracia que una oposición fuerte, con mucha imaginación, con capacidad para presentar una contestación al gobierno, dice una expresión muy frecuente y usada para describir a la democracia, diciendo que de la salud de la democracia habla la oposición, o aquella que también afirma diciendo que no hay nada mejor a un gobernante que sentir el aliento de la oposición en el cuello.
En el Paraguay tenemos una oposición que no ha cumplido ese rol de manera firme y contra la llamada oposición del gobierno colorado, el cual ha sido siempre oportunista y se ha orientado a contestar en primera parte al movimiento ganador de las internas y de las nacionales después, pero ha terminado transando con ella. Esa es la historia de toda la transición paraguaya desde el año 1993 para adelante. La oposición por el otro lado, siempre ha sido fragmentada. La oposición al Partido Colorado, liderada fundamentalmente por el PLRA, no ha podido aglutinarse con otros movimientos pequeños para contestar en términos creativos, imaginativos de control, las acciones del gobierno o del gobernante de turno.
Necesitamos una oposición que realmente tenga una idea de país, que quiera hacer una cosa diferente a todo aquello que anda mal, que sea realmente contralora del Estado, que sea alguien que le pisa los talones de manera frecuente y permanente y que tenga proyectos y propuestas acerca de cómo sacar al Paraguay hacia adelante en esta época de pandemia. Tendría que haber sido el período de reflexión más profunda acerca de qué significa ser opositor y cómo hay que contestar a un gobierno en el poder, no necesariamente obstaculizando su labor, sino aportando ideas y proyectos para que se mejore la democracia en su conjunto. Nuestra democracia requiere demanda, exige una oposición a la altura de las demandas y las exigencias del tiempo que nos toca vivir.
