Un legislador cuyo nombre no viene al caso “renunció” por escrito al seguro médico que le pagan todos los paraguayos sólo por ser senador, diputado, o algo así. Esta es una sangrienta tomadura de pelo que ya la gente no tolera a esta cáfila de sinvergüenzas con cargo público. Las cámaras del Congreso han contratado una póliza corporativa de servicios médicos. De manera que si la cámara no cancela el contrato, de nada sirve que uno, o dos o todos los diputados o senadores digan renunciar al servicio. Puro humo y estupidez. Por ahí alguien decidió donar para la causa sus cupos de combustible y no faltará el pazguato que proponga renunciar a los bocaditos de media mañana que circulan por las oficinas a cuenta del ciudadano. Algo así anunció no hace mucho el presidente del Senado con una conmovedora “reducción” de gastos en combustibles, viáticos y catering.
Vamos, señor Presidente, las cifras gordas pasan por otro lado. Ud. lo sabe muy bien.
No se trata sólo del sueldo –sin “otros gastos”- que se les paga a los 125 diputados y senadores y que le cuestan al tesoro público Gs. 52.000 millones al año. Hay que poner atención en la desbordante cantidad de funcionarios que en Diputados presentan el siguiente cuadro (sólo cargos jerárquicos): 7 directores generales (Gs. 805 millones mensuales), 60 directores (Gs. 903 millones), 15 coordinadores (Gs. 202 millones) y 73 jefes de departamento (Gs. 711 millones). Al año, esta paleta de 155 burócratas le cuestan al contribuyente Gs. 34.073 millones. Y ni se los vé, siendo difícil por tanto saber qué dirigen, coordinan y jefaturean dentro del plato volador. Algo similar ocurre en su vecina cámara de Senadores, igualmente atestada de funcionarios con cargos jerárquicos. Así que es dable pensar que entre ambas ramas, el banquete salarial de un puñado de inservibles privilegiados le está costando al país más de Gs. 70.000 millones.
La crisis sanitaria planteada por el coronavirus está dando vuelta patas arriba todo. Ya no corre hacerse pagar por el Estado a parientes, operadores o amantes colocándolos en las oficinas públicas, aunque no entren todos al mismo tiempo. Eso se está acabando, se está yendo por la cloaca con el agua con lavandina usada para matar al virus.
El país parado por la pandemia y nosotros gastando a lo pavo en bucrócratas inútiles.
Y con humoristas anunciando “recortes”.