Gastan como potentados y no perciben la rabia del “común”
El presidente de la Cámara de Diputados y presidente del Partido Colorado no tuvo mejor idea que intentar ocultar un elefante dentro de una manada. Lo hizo al verse obligado a romper una lanza a favor alguien comprendido en esa categoría definida por un gran filósofo y pensador liberal contemporáneo como “chancho de nuestro chiquero”. Cuando le consultaron el tema de las facturas falsas expedidas por la administración del Departamente Central, toda su arquitectura argumental consistió en decir que hay otras 40 instituciones públicas que hacen lo mismo, metiendo de paso en la misma bolsa a su “colega” presidente del Partido Liberal.
¿Se entiendió, verdad? El segundo de a bordo de un poder del Estado, que trata todo el tiempo leyes que pueden modificar la vida de los ciudadanos, no se escandaliza porque alguien estafe al Ministerio de Hacienda con papeles falsos.
Sin dar más importancia al tema, el burócrata rentado por los contribuyentes con un ingreso anual de Gs. 482 millones, pasó a autoalabar su gestión administrativa. Declaró haber eliminado el seguro médico de lujo de los diputados financiado por la ciudadanía a un costo de Gs. 22.000 millones anuales. También suspendió, como una concesión graciosa al contribuyente, los distintivos de oro para 80 honorables que, comprados a razón de Gs. 3 millones cada, agregaba otros Gs. 240 millones al alegre dispendio de fondos públicos.
Y la frutilla de la torta. Tengamos en cuenta que el gasto anual en útiles escolares para un niño de familia de ingreso medio no baja de Gs. 200.000, a reforzar a mitad de año. Pues bien, a un diputado le regalan “de onda” un portafolio de cuero repujado que cuesta en plaza Gs. 740.000, fácilmente, equivalente a tres kits escolares/año. Gasto total en este “detalle”, Gs. 59 millones.
El problema es que los honorables no pisan tierra. Les conviene creer que todo ese dineral que se han autoasignado es un derecho adquirido y que el dinero brota entre las piedras. Consideran una minucia estafar al fisco con papeles falsos y eligen desconocer que es de ahí, del tesoro público mantenido con impuestos que paga cada ciudadano contribuyente, de donde sale su rumboso tren de vida.
Están todo el año de fiesta y se indignan si alquien les recrimina su regodeo con dinero gratis. Es lógico que, vivendo en Disneylandia, no perciban la rabia del “común”.