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Fiestas clandestinas: la fruta prohibida

Hace ya varios meses que se pide de todas las formas y colores que se frenen y eviten fiestas clandestinas, siendo un alto foco de contagio de Covid-19 y juega en contra al personal de blanco que enfrenta colapsos en hospitales.

Es cierto, la falta de control y responsabilidad ciudadana hacen imposible que estas actividades no sigan llevándose a cabo, es por eso que tenemos que empezar a preguntarnos qué otra alternativa podemos dar. A estas alturas de la pandemia, ya todos sabemos que cerrar hasta volver a la normalidad es imposible, entonces no queda de otra que adaptarse y seguir adelante.

Desde que se probó que en espacios abiertos el riesgo de contagio es inferior a lugares cerrados, nuestro sistema de prevención ya debería de haber cambiado, ahora en vez de detener la propagación, la estamos empeorando. Los planificadores de eventos, autoridades locales y funcionarios de salud deben cooperar para poder organizar eventos en espacios abiertos de la ciudad bajo nuevas condiciones, es más fácil controlar el distanciamiento en un evento al aire libre que en uno clandestino en un lugar cerrado. Además, estaríamos reactivando económicamente al rubro de entretenimiento en el que dependen muchos profesionales y volver a disfrutar momentos culturales.

Por salud mental la gente necesita salir, dispersarse y cambiar de ambiente, seguir presionando para realizar actividades cerradas está llevando al resultado involuntario de aglomeraciones privadas sin protocolo, afectando directamente a locales que sí están preparados para recibir gente.

Tanto en Paraguay como en todo el mundo se da el fenómeno de las fiestas clandestinas, es el efecto de la fruta prohibida. Cuando algo es vetado, en seguida despierta nuestro interés. La realidad es que la gente no va a parar de reunirse a escondidas, ya no le tiene miedo a las sanciones y no está dispuesta a guardarse las ganas de hacerlo. Ubicar a los espacios abiertos como solución y no como problema sería una buena manera de empezar a cambiar cómo se están encarando las cosas.

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