Hace 400 años el mundo entero hablaba del Paraguay. Los jesuitas lograron un modelo de desarrollo económico y social para la humanidad, una tierra que cada vez que es visitada logra transmitir esa energía positiva y a la vez un sentimiento de dolor por todo el esplendor que alguna vez cruzó sus paredes.
“La ruta jesuítica es un destino de turismo histórico patrimonial de mucha importancia, por el hecho de que las Misiones Jesuíticas del Paraguay fueron declaradas en su época por filósofos como Voltaire como la utopía hecha realidad en la tierra”, comentó Olga Fischer, presidenta de la Cámara Paraguaya de Turismo Ruta Jesuítica.
Agregó que se generó esa tierra sin mal y lo imposible fue posible porque no se creía en aquel entonces que un indígena pudiera tener derecho a una casa, a tener alimento y educación, y eso fue lo que generó el cambio desde los chicos a los más grandes, manteniendo el idioma y permitido el desarrollo cultural.
“Fuimos los más grandes en cuanto al desarrollo de la música y la cultura. En Trinidad había un coro de 200 niños. Fue el desarrollo del amor a Dios, al prójimo y el desarrollo humano íntegro. No era el lugar para los haraganes, tenías que trabajar para llevarle el sostén a tu familia”, explicó.
También en aquel entonces comenzó la producción en escala de la yerba mate desarrollada por los jesuitas y cuando los amigos del rey comenzaron a vislumbrar el gran imperio de trabajo y producción que se estaba formando, les echó de las tierras.
“Cuentan incluso que los guaraníes iban cantando a trabajar y regresaban cantando, era el imperio del amor y la alegría y esa energía quedó hasta nuestros días. Para mí es un modelo de energía positiva”, refirió Fischer.
LOS ATRACTIVOS
En cada uno de los 4 pueblos jesuíticos que se encuentran en el Departamento de Misiones hay un museo, con esculturas únicas e irrepetibles. En Santa Rosa de Lima está la única acuarela que queda de los 30 pueblos.
Fischer también mencionó a las Misiones Jesuíticas de San Cosme, que tiene la única iglesia que se utiliza hasta el día de hoy por la comunidad, donde se siente una energía incalculable, es un pueblo vivo, en cambio en Trinidad, a
decir de la presidenta, sentís más dolor porque en su momento fue lo máximo y se destruyó de golpe. En ese lugar vale la pena conocer las dunas.
Por otro lado, en Coronel Bogado se puede degustar la mejor chipa y luego en Carmen del Paraná hay un museo dedicado a los inmigrantes. También está San Juan del Paraná, donde la vista es impresionante y está el Club de Campo Agua Vista.
En Capitán Miranda nadie se puede perder una visita por el hotel Tirol para conocer más de su increíble historia, mientras que Nueva Alborada pertenecía a Trinidad y es un lugar para quedar enamorado.
CURIOSIDADES
El 27 de abril de 1993, las Misiones Jesuíticas de Jesús de Tavarangüe y la Santísima Trinidad del Paraná recibieron de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) la clasificación de Patrimonio Cultural de la Humanidad.
La misión jesuítica de la Santísima Trinidad del Paraná es la mejor conservada del Paraguay y la más extensa. Se encuentra ubicada en una colina a 28 kilómetros al noreste de Encarnación en el distrito de Trinidad en Itapúa. Se accede a ella desde la ruta VI.
Fue fundada en junio de 1706, y en 1728 contaba con una población de 3.000 indígenas guaraníes. Fue redescubierta cerca de dos siglos después de su abandono, declarándose Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993.
Cuenta con una Plaza Mayor, lugar de reunión del pueblo y un Museo Jesuítico localizado en la antigua sacristía donde se pueden apreciar esculturas y una maqueta de la misión.
La misma cuenta con el mayor templo construido entre todos los que conforman las misiones jesuitas, en donde sobresale el friso de los ángeles músicos que hasta el hallazgo de las partituras musicales en Moxos (Bolivia) constituían el único antecedente de la música en las misiones jesuitas.
La misión jesuítica guaraní de Jesús de Tavarangüe es otra de las que aún se conservan, de entre numerosos pueblos fundados por misioneros jesuitas en el marco de su tarea colonizadora en América del Sur en el siglo XVII.
Fue fundada en 1685 a orillas del río Monday por el jesuita Gerónimo Delfín, aunque el asentamiento tuvo que mudarse varias veces por la hostilidad de los brasileños que los atacaban y llevaban como esclavos, hasta llegar a lo que hoy queda a 38 km de la ciudad de Encarnación. Llegó a tener cerca de 3.000 habitantes.