La política de corto alcance debe ir abandonando la idea de que las soluciones laborales radican en aumentar la producción agropecuaria, tanto la pequeña como la grande. La denominada “agricultura familiar campesina” no ha podido aún salir de sus prácticas ancestrales, es decir, su etapa de subsistencia. En la era de internet, las redes sociales y la información online, los integrantes jóvenes de una típica familia campesina quieren algo más que “durar”. Quieren abandonar una actividad que insume todo el día en trabajos rudos, de poco rendimiento y casi ningún futuro para ir a buscar oportunidades en las ciudades. Esta es la base de la urbanización que en el Paraguay está algo más retrasada que en otros países del área pero que no deja de crecer. Es, además, un fenómeno mundial.
A comienzo de los ’90, el 44% de la población mundial aún vivía en el campo. En 2019, la tasa había bajado al 26,7%, según datos del Banco Mundial. A nivel regional, esos porcentajes se extreman aún más. Argentina mantiene un 7,5% de población rural, Uruguay el 8%, Brasil el 9% y Paraguay salta al 19%. Algunos sociólogos prefieren ver el fenómeno desde la perspectiva de la expulsión de la población rural causada por el avance de la agricultura y la ganadería tecnificadas. Otros toman en cuenta la búsqueda, por parte de la población joven, de oportunidades de trabajo infinitamente más variadas que ofrece la ciudad: realización rápida, mejor remuneración, vida social más variada, etc. Los jóvenes que optan por trabajar en el campo y que cuentan con un grado básico de educación formal, se quedan si logran encaminar algún agronegocio en la finca familiar. A comienzo de los ’90, solo el 44% de la población mundial aún vivía en el campo. En 2019, la tasa había bajado al 26,7%, según datos del Banco Mundial.
Tal vez el ejemplo extremo de este proceso haya que buscarlo en EE.UU. en donde el 1% de la población viviendo en el campo produce el 35% del maíz mundial, el 7% del trigo, el 34% de la soja y el 20% de la carne vacuna. Argentina y Brasil experimentan fenómenos diferentes, a partir de la transformación de los nuevos formatos que adquiere la producción primaria, muy tecnificada, llevada a escala empresarial y organizada en pools de siembra.
El campo ya no responde a la tradicional demanda masiva de empleo. Todo está cambiando. Los políticos debieran saberlo.