Hablan de falta de papel para fotocopias en la era del We Transfer.
Convengamos en que las fotocopias empiezan a oler a cosa antigua, tal como hace un par de décadas sonaba el disquet en los prolegómenos de la computación y el compact disc luego de la irrupción de las nuevas aplicaciones informáticas que ofrecen millones de temas musicales online. Sin embargo, el sistema de acumular papel impreso parece seguir siendo el preferido de muchos enclaves kafkianos de la justicia, los ministerios y toda la demografía estatal que sin papel a mano entra en pánico.
Hace algunos días, la Corte Suprema adjudicó una licitación por Gs. 1.000 millones para renovar sistemas para imprimir documentos y, de esa manera, prolongar una tradición cuyas raíces se remontan al siglo XIV con la invención de la imprenta y el papel.
En uno de esos abstrusos debates del Congreso, un legislador echaba en cara a ciertas funcionaria de los registros públicos haber mentido sobre un supuesto envío al Congreso de todas las respuestas a otros tantos pedidos de informe. Parece que esta señora se embarcó en un galimatías argumentativo en el que sobresalían cosas como “falta de recursos para imprimir todos los documentos” y también “escasez de vehículos para llevar a destino todo el paquete documental solicitado”.
Edad media. Hace como 800 años, los escribientes, corregidores del marquesado, los amanuenses de juzgados y los prebostes enviaban sus úcases, sentencias y sus folios de burgo en burgo gracias a veloces mensajeros a caballo. Pero pasaron mil años y se ha inventado el correo electrónico que nos mantiene al corriente online, el we-transfer que admite envíos multimediáticos masivos y eficientes programas protocolizables en todas las instancias estatales capaces de mover de un lado a otro los archivos más complicados, extensos y delicados.
Ir al Congreso a decir que no se pudo enviar este o aquel informe solicitado porque faltó papel para fotocopias o nafta a las motos es ejemplo de desidia, incapacidad, atraso y desfasaje con el más básico diseño de e-Government.
Lo triste es que se han firmado convenios para implementar el gobierno electrónico, librado recursos para equiparlo y fondos regulares para mantenerlo operacional. Con lo que no contaron es con los bastiones de funcionarios atrincherados en el papel, principio y fin de su gris existencia en el Estado, y que ante la perspectiva de una oficina libre de papeles palidecen y hacen un instantáneo síndrome de abstinencia.
¿Remedio? Sí, reforma del Estado. Pero reforma en serio.
