Paraguay no reconoce al régimen que hoy agobia a Venezuela
Si el Paraguay tiene pendiente alguna deuda con el Estado venezolano, existen mecanismos idóneos para negociar su cancelación. Los números son lo suficientemente objetivos como para transitar sin alteraciones los pasillos de los organismos pertinentes que conduzcan a un acuerdo de partes que cancele cualquier obligación legítimamente reclamable.
Dicho esto, hizo bien el presidente Mario Abdo Benítez al poner en claro que el Paraguay no restablecerá relaciones con el actual ocupante del Palacio de Miraflores, sede oficial del Gobierno de Venezuela. Quien hoy se inviste con el titulo de Presidente de Venezuela y sobre todo la Asamblea Nacional surgida de los comicios de 2018, carecen de legitimidad como para pretender que el Paraguay los reconozca como gobernantes. Gracias a una una justicia electoral domesticada, el régimen de Nicolás Maduro se apoderó de los directorios de los partidos políticos mas tradicionales de Venezuela imponiendo directivas títeres. Con esta configuración, la parodia de elecciones arrojó como resultado un 68% de los votos para el madurista Partido Socialista Obrero de Venezuela (PSUV). El resto de las papeletas fue repartido entre una fracción de la Alianza Progresista capturada por personeros de la dictadura y un difuso clon de la democracia cristiana encabezado por un pastor de la denominada Iglesia Maranatha Venezuela. En el camino quedaron paratidos tradicionales como COPEI, la Alianza Democrática y la URD que se negaron a prosternarse ante el dictador.
Paraguay no puede legitimar, reconociéndolo, un régimen surgido de semejante parodia de elecciones que nos recuerda lo peor de la dictadura estronista, cuando el partido de gobierno se autoasignaba mayorías del 70% para asegurarse el dominio del Congreso. Los paraguayos conocemos de memoria esas prácticas liberticidas, con dirigentes políticos presos o exiliados, prensa amordazada, partidos políticos domesticados y libertades canceladas por un Estado policial y represivo.
Venezuela sigue siendo una dictadura en la cual, según el último informe de ACNUDH, son frecuentes las desapariciones forzadas, las detenciones arbitrarias, la manipulación de la justicia y las ejecuciones extrajudiciales.
La cortesía diplomática no tiene nada que conceder a semejante estado de violación constante de los principios más elementales de la convivencia democrática.