Socialista. Feminista. Comunicadora. Presidenta del PMAS
@gyudice
Llevamos un mes de aislamiento social, el miedo nos desorienta pero en medio de la incertidumbre que provoca la crisis tratamos de apoyarnos. Los influencers del Gobierno todo el día y todos los días tratan de convencernos de que Mario Abdo Benítez y sus Ministros son lo mejor que nos pasó en la vida. Pero la realidad es que de las polladas pasamos a las ollas populares para salvarnos del covid19 y de morir de hambre.
La Ley de Emergencia en vigencia debería usarse para ofrecer apoyo inmediato a los sectores más afectados; trabajadores formales e informales; pequeñas y medianas empresas y cubrir las necesidades de Salud Pública. Hasta ahora todos los programas de asistencia no pasan de intentos fallidos y la mayoría del personal de blanco sigue desprotegido ante la falta de insumos de seguridad.
Mientras padecemos las penurias acentuadas por el paro obligatorio, los poderosos de siempre se reúnen anunciando que ahora, en plena crisis global, realizarán una Reforma Estructural del Estado.
Encerrados y con hambre es difícil controlar lo que hacen las autoridades. Las imágenes de las primeras reuniones para analizar las reformas solo confirman la sospecha de que se trata nuevamente de cambios para no cambiar nada.
Una reforma requiere de un debate de alta complejidad técnica y de negociación política y social muy amplia, y que de ese proceso surja un consenso sobre la nueva visión país que contemple los intereses de la mayoría y no solo la consolidación de los privilegiados de siempre.
Las autoridades de los tres Poderes del Estado carecen de legitimidad y representatividad; en su mayoría tienen en su prontuario denuncias de corrupción, nepotismo, privilegios, abuso de poder, traidores de la patria al no defender los intereses nacionales, narcopolíticos, lesión de confianza y otros delitos, y además representan solo intereses empresariales.
Dónde están los representantes de los trabajadores públicos y privados, gremios de profesionales como docentes, médicos y enfermeros, organizaciones de campesinos, indígenas, jóvenes, estudiantes, mujeres, líderes sociales, pequeños y medianos empresarios.
Nuestra sociedad no se reduce a las autoridades de los Poderes del Estado y de los gremios empresariales.
Espero que la oposición política que nos queda con representación denuncie la ilegitimidad de ese espacio o exija la incorporación más amplia al debate, y principalmente no permita que a tambor batiente y prácticamente a espaldas del pueblo se lleve adelante este proceso.
Esta crisis nos deja en claro la necesidad de un Estado fuerte que permita el desarrollo de una vida digna, con los derechos básicos y constitucionales satisfechos como alimento, trabajo, educación, salud, vivienda, transporte. No volvamos a una vida con menos de lo que por derecho nos corresponde.