El Estado privatizado por una obscena horda de saqueadores
¿Qué hace una familia cuando el costo de vida sube y el ingreso se estanca? Recorta gastos y acomoda su presupuesto. ¿Qué hace el Gobierno frente a un esquema semejante? Sigue de largo sin enterarse y manteniendo los esquemas de privilegio del que disfrutan los 300.000 burócratas mantenidos a cuerpo de rey.
El panorama que presenta 2022 no es muy halagüeño. Ni para la familia ni para el Estado. El conflicto ruso-ucraniano abre cada día un nuevo frente de disturbios en los mercados y en las relaciones económicas y financieras de los países. Ya sabemos lo que pasa con el trigo y el maíz en las bolsas mundiales y el curso que ha tomado el precio del petróleo y del gas, todos componentes ineludibles de costos ya sea en la producción de alimentos como en el transporte masivo. No hay manera de evitar que tales incrementos se trasladen al bolsillo del consumidor. Ya veníamos de dos años difíciles marcados por la panemia que dejó huellas muy corrosivas en la vida diaria. La guerra ha profundizado ese impacto que se extiende a prácticamente todos los órdenes de la economía.
Las familias ya están recortando gastos y a medida que se desciende en la pirámide social, los recortes llegan a renglones básicos, en especial alimentos. Bajo el umbral de la pobreza, allí se encuentran 1.990.000 personas que apenas alcanzaron a cubrir la canasta básica de alimentos en 2021. Y hay otras 310.000 que quedaron por debajo de ese requerimiento elemental y que sobreviven con algún plan social o transferencia de emergencia. Esto significa que uno de cada cuatro paraguayos vive en la pobreza o, directamente, en la indigencia. Son unas 400.000 familias que no tienen gastos que recortar porque eso significaría hambre, lisa y llana.
Sin embargo, tenemos un Gobierno que gasta como rico en bolsones de privilegiados que reciben todo tipo de remuneraciones: sueldos, aguinaldos, bonificaciones y gratificaciones, o se les paga el colegio de sus hijos, seguros privados, cupos de comida, combustible gratis y hasta “complementos vacacionales”.
Esta afrenta a un país lleno de pobres hay que soportarla porque ningún gobierno tiene el valor cívico de poner fin a semejante desvarío, tamaña inequidad. El Estado ha sido convertido en propiedad privada por una obscena horda de saqueadores a quienes lo que menos importa es el presente y el futuro del país.