El horizonte económico mundial no termina de ensombrecerse. Si la primera víctima en cada guerra es la verdad, la segunda es la energía. El gas y el petróleo rusos son una pieza clave en este ajedrez que los grandes jugadores mundiales mueven buscando moderar los efectos de su inevitable encarecimiento. En medio de esta pelea de gigantes estamos las economías minúsculas como la nuestra, por completo dependiente de la nafta, el gasoil y el gas licuado, todos importados. Cualquier remezón de precios entre los protagonistas centrales termina afectándonos en grado variable según las circunstancias.
La crisis de Ucrania va para largo y no vemos que el Gobierno esté muy preocupado por analizar los efectos inmediatos sobre la economía y estudiar cuanto antes una recomposición de la matriz energética. Es como si la emergencia fuera algo lejano, o que nos sobrevuela a gran altura. Por el momento, el Presidente Abdo Benítez prefirió su viajecito a Chile antes que ponerse al frente de un equipo que le plante cara a la crisis desatada por el encarecimiento general del costo de vida. Si el Presidente de la República y sus asesores directos no ven este deterioro de la economía familiar, es que viven en una burbuja. El aumento en cascada de los combustibles impacta en forma brutal la rutina diaria de los hogares, desde la garrafa de gas que no para de subir hasta el pasaje de ómnibus. Todo se va para arriba y ya se sabe que lo que sube rara vez vuelve a su punto de partida. En cambio, lo que sigue fijo, y sin perspectivas inmediatas de un reajuste significativo, es el salario del trabajador, cuyo poder adquisitivo ha sufrido en los últimos doce meses un deterioro dramático.
La abrumadora mayoría de los hogares paraguayos, que cuentan el centavo hasta el próximo fin de mes, viven en estado de emergencia económica. Hemos entrado en un tobogán de precios que debe frenarse a tiempo, o corremos el riesgo de que la inflación controlada que se había logrado con gran sacrificio termine diluyéndose.
Es tiempo de que el Gobierno haga una profunda introspección y analice hacia donde está conduciendo el país. Y debe hacerlo ahora, antes de que la crisis se vuelva inmanejable. Un buen comienzo sería revisando la matriz de gastos del Presupuesto General, volcada a mantener un funcionariado que, en su mayor parte, no cumple ninguna función. Demasiado dinero tirado al retrete.
