El coronavirus ya había afectado a varios miembros del equipo presidencial, y el mismo presidente brasileño debió pasar también por el test de control, que eventualmente le dio un resultado negativo.
Pero su propia situación personal no le impidió insistir en que no había que “exagerar” ni “entrar en una neurosis”. Tampoco dejó de justificar su rol en las manifestaciones, afirmando que “de todas maneras mucha gente va a contagiarse”. Mientras los líderes políticos de todo el mundo enfrentaban duras críticas sobre las respuestas dadas a la pandemia del coronavirus y trataban de recuperar el precioso tiempo perdido, Bolsonaro se destacó por una actitud negacionista de la crisis, solo compartida por unos pocos, como Andrés Manuel López Obrador en México, irónicamente opuesto a él en el espectro ideológico.
Las polémicas declaraciones de Bolsonaro suscitaron críticas no solo de los habituales opositores sino también de un público más amplio de observadores, tanto a nivel nacional como internacional. Así, las manifestaciones del domingo 15 de marzo tuvieron algunas consecuencias inesperadas para el presidente. Sus apoyos comenzaron a mostrar fisuras que no habían exhibido desde que asumiera la Presidencia en enero de 2019. Se hicieron visibles tanto en la calle, en los medios sociales, como en la relación con el Congreso, ámbitos que en el pasado han sido cruciales como gestores de cambio político en Brasil, según publica el portal El País de España.