Un matutino colega incluía en tapa, con foto, una escena de niños de una comunidad nativa dando clases conservando la distancia social y usando tapabocas. “Nos dan una lección” titulaba el editor de la nota. En realidad, muchas comunidades indígenas nos dan lecciones hace tiempo. Pero como lo que se hace correctamente generalmente no es noticia para la gente, una buena nota como la señalada pasa desapercibida.
La comunidad aché de Chupapou de Canindeyú sigue los pasos de otra similar, la de Puerto Barra en Alto Paraná, en el límite con Itapúa. Ambas son, a la vez, continuación de otros ejemplos de comportamiento colectivo ejemplar, como la colonia Yalve Sanga del departamento de Boquerón, hoy convertida en la Comunidad Multiétnica del mismo nombre que alberga familias de las etnias enlhet y nivaclé. Sus pobladores se dedican a la agricultura y la ganadería de carne y de leche, están organizados en una cooperativa y mantienen un colegio y un sanatorio, ambos muy bien
equipados.
Nunca se los oye quejarse ante emergencias como la sequía, por ejemplo, porque han aprendido a planificar su futuro. No hace mucho, en Yalve Sanga vendieron algunos vacunos para juntar dinero y construir reservorios de agua “cosechada” durante la temporada de lluvias. Ahora disponen de una planta potabilizadora de agua de procedencia israelí.
Los aché de Puerto Barra abandonaron hace más de 30 años el método quejumbroso y autoflagelante para convertirse en un emporio de trabajo, producción y avance en el mundo del agronegocio y la tecnología. Sin abandonar sus raíces, cultivan soja y maíz en su propiedad de más de 750 hectáreas de las que conservan 500 como monte nativo ancestral y cultivan las 240 restantes para lograr renta y mantener un estándar de vida cada vez mejor.
Puerto Barra, Chupapou, Yalve Sanga son ejemplos de centros urbano-rurales de comunidades originarias que han logrado superar las limitaciones y, trabajando de común acuerdo con cooperativas y productores cercanos, se insertan en la economía de competitividad en la que se mueven con absoluta suficiencia.
A esta etapa no llegaron por casualidad sino aplicando la disciplina del trabajo, de la educación, de la salud atendidos en sus mismas comunidades y gobernados por sus tradiciones.
Nos dan una lección, sí. Ojalá le pongamos atención.
