Son escasos pero todavía existen: son los candidatos para las próximas elecciones que entendieron que la forma de hacer política cambió y que la ciudadanía demanda respuestas a problemas urgentes y cotidianos. Más allá de la contienda política, la realidad de las ciudades habla de un lamentable colapso en servicios públicos municipales, infraestructura y bienestar ciudadano. Con este escenario, ¿Qué es más importante? Claramente la rivalidad de colores poco importa a los que deben soportar raudales, calles en pésimo estado y falta de planificación en las urbes.
Son escasos los candidatos que impulsan propuestas concretas; los que tienen estudios detallados de problemáticas y alternativas de solución; y los que formulan proyectos en lugar de ataques personales. Por otro lado, está la campaña tradicional que todavía se implementa en algunos casos: representantes de todos los partidos que se limitan a ensuciar columnas con afiches que quedan por años y a pintar murales en espacios públicos que contaminan la visual.
La vieja práctica de exponer sólo nombre y número de lista se muestra como desfasada pero es forzada a permanecer para mantener viva la esencia de las campañas a la antigua: donde importaba sólo un color y no sus planes para la gente. En diferentes distritos se extienden los debates y esto es un avance porque confrontar ideas y planes también lleva a demostrar el nivel de preparación de los candidatos o al menos su promesa de desempeño para los cargos a los que aspiran. La ciudadanía se merece contar con representantes con criterio, formación, con empatía ciudadana pero también con prudencia para usar el dinero de todos para tener mejores ciudades. Los candidatos están a tiempo y la ciudadanía tiene una oportunidad brillante para elegir mejor