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Amor propio

Una práctica muy importante, más que eso, clave para sanar nuestra autoestima, nuestro amor propio, es reconciliarnos con Dios (la Divinidad, Cristo, Alá, Yo Superior, como cada uno le llame a ese Ser Superior), con el Amor de Dios. Y aunque la frase parece sacada de un sermón de iglesia, te voy a explicar como yo la entendí, cómo me sirvió para cambiar lo que quería cambiar. En realidad, mi vida entera cambió.

Por más de que escuchaba todos los domingos en la iglesia, que “Dios me ama”, por lo tanto yo “debo” amarlo a él también (era “mala” si no lo amaba) porque él me amó primero, etc., etc., a mí me era imposible amar a alguien que si no lo hacía me enviaría el resto de mis días al infierno. Era demasiado para mi sentido común. Y conste que mi capacidad de “pensar” estaba prácticamente obnubilada por interpretaciones ajenas o simplemente por lo que todos daban por hecho.

El pensamiento colectivo del entorno de ese momento. En fin, pasaban los años y seguía habiendo “algo que no cuadraba”. Y me llegaron a acusar de “rebelde” cuando me atreví a “pensar en voz alta”. Pero la duda existencial seguía ahí. Bueno, el punto es que esa duda existencial me tenía con “un pie aquí y otro pie allá”, me tenía con tantos altibajos que no iba a ningún lado, en ningún sentido (por eso sé de la importancia suprema de este tema). Hasta que –con el tiempo- y gracias a horas, días, semanas, meses y años de búsqueda, fui encontrando esas respuestas donde menos pensaba: dentro de mí misma. Fui conociendo a esa Divinidad, a ese Dios escondido en mi interior, en lo más profundo de mi ser, asi como en lo más superfluo de mi existencia. Lo fui conociendo a medida que me fui conociendo a mí misma. Fui aceptando esa conexión, dándome cuenta que él/ella estaba más cerca de mí que mi propia respiración.

Al mismo tiempo, fui descubriendo (entre otros cientos de cosas que me cambiaron la vida, literalmente) que ese maravilloso Ser no quiere mandar a los quintos infiernos a nadie, y fue justamente ese descubrimiento el que hizo que realmente me “enamore” de ese Ser y ese descubrimiento, muy por el contrario de lo que me quisieron hacer creer, no hizo que vaya y haga de mi vida un desastre, muy pero muy por el contrario, cómo sería posible “fallarle” a alguien a quien uno ama tanto? lo único que una quiere es corresponder a alguien/algo tan bueno y cuyo amor es tan perfecto, verdad? De ahí en más, todo cambio. Y todo fue y es felicidad y plenitud en mi vida. Todo.

Tiene tanto sentido que es difícil comprender por qué no nos enseñan esto. Y creo entender por qué. Es por temor. Temor a que la persona, al darse cuenta, al conocer este amor incondicional, vaya y haga un desastre, “se pierda”, transformando la libertad en libertinaje. Y nada más lejos de la realidad. Categóricamente afirmo que es justamente esa verdad la que nos hace LIBRES, libres de dudas, temores, fantasmas del pasado y todo tipo de maldad que pudo haberse albergado en nuestro corazón.

Leti Martínez Bogarín
Leti Martínez Bogarín
La magia de tu corazón | Mentora y escritora

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