No es ninguna novedad lo que hizo el Presidente de la Cámara de Senadores aumentando hasta un 50% el salario de algunos de sus paniaguados. El festival pornográfico con recursos públicos es marca y señal propia del Congreso, tanto en Diputados como en Senadores. Hay que recordar que hasta no hace mucho, mientras a nivel país había 2,4 médicos por cada 10.000 habitantes (datos OMS), el Congreso tenía el cuádruple de médicos, 5 para los 2.500 funcionarios que rellenan el edificio. Por supuesto, todo pagado por el ciudadano contribuyente.
Este gasto demencial se ejemplifica en el Senado, en donde 85 funcionarios cobran un salario mensual de más de Gs. 20 millones, es decir, US$ 3.300 dólares, US$ 43.000 al año… ¡10 veces el ingreso per capita del país!. En suma, una bagatela de Gs. 22.100 millones al año, sin contar seguro médico, cupos de combustibles, viáticos, pasajes y todo el artilugio presupuestario que ya conocemos. Ni hablar las fantásticas sumas que se lleva otro cardumen de funcionarios que gana mas de Gs. 10 millones y finalmente, el otro tropel que se lleva de 5 a 10 millones mensuales. Ah, y dos que cobran Gs. 35.000.000. Sólo estos dos se llevan US$ 135.000 al año. Este es el festín pantagruélico que protagoniza la legislatura con el tesoro público. Así “cuida” el patrimonio de todos los paraguayos el funcionario que está en línea directa de sucesión del poder luego del Presidente y Vicepresidente de la República. Si así opera teniendo un presupuesto limitado, es de imaginar a que extremos llegaría si dispusiera a voluntad del total de los recursos que el fisco recauda cada año a través de los impuestos y otros ingresos.
En el Congreso, tanto en Diputados como en Senadores, se ha perdido por completo contacto con la realidad. En un país arrasado por la pandemia, con el empleo en picada, con negocios que se cierran cada día y con hospitales colmados de enfermos, desprovistos de medicamentos prácticamente sin vacunas, esta casta de impresentables se abroquela en su guarida, echando llave a su botín y repartiéndoselo como hacían los piratas del Caribe en la isla de la Tortuga. Es un panorama desolador. No es dable esperar un cambio de actitud de esta gente.
Estamos condenados a sufrir aún por mucho tiempo esta asquerosa enfermedad contra la que no hay vacuna posible.