A riesgo de lucir obsesivos con el tema, daremos una vuelta más –y todas las que sean necesarias en torno al daño, por el momento imposible de medir, que la pandemia está causando a la educación. Vamos a cerrar el 2020 sin despejar esa incógnita y entraremos al 2021 sin tener muy claro qué podremos, y que no, hacer.
El Banco Mundial se está expidiendo al respecto lo cual nos permite abrir el enfoque a fin de aclarar que este es un fenómeno mundial. La entidad lo considera desde dos ejes centrales: El cierre prácticamente universal de las escuelas de todos los niveles y la recesión económica generada por las medidas de emergencia tomadas para controlar la pandemia.
“Si no se realizan esfuerzos considerables para contrarrestar estos efectos –estima el BM-, el cierre de escuelas provocará pérdidas de aprendizaje, aumento de la deserción escolar y mayor desigualdad”. Por otra parte, añade, “la crisis económica que afecta a los hogares agravará el daño debido a la reducción de la oferta y demanda educativa. Esos dos impactos tendrán, en conjunto,
un costo a largo plazo sobre el capital humano y el bienestar”.
Tomemos lo relacionado al tema de la desigualdad, una variable muy vigente en el Paraguay. Siempre hemos sostenido que las huelgas de maestros, con su secuela de pérdida de jornadas escolares completas, repercuten siempre en mayor medida en los sectores socioeconómicamente más vulnerables. El segmento alto de la población queda generalmente al margen de estas pérdidas porque sus escuelas rara vez se pliegan a huelgas y medidas de fuerza. Esta vez, sin embargo, el daño ha sido generalizado puesto que el cierre de escuelas y colegios no fue algo optativo sino obligatorio. Pero, una vez más: los sectores más acomodados tienen formas de llenar
huecos con clases particulares, con las cuales pueden ejercer un cierto control de daños.
Por el momento, el Ministerio de Educación está ausente del análisis global, y con participación de toda la comunidad educativa, de las formas que podría adoptar esta salida de la emergencia y la recuperación, aunque sea parcial, del año académico. El MEC no está rindiendo cuentas a una comunidad educativa que espera se le explique cómo se reinsertará a niños y jóvenes a sus estudios y qué papel cumplirán los padres en la recuperación.
Todo lo que hay es silencio y preguntas sin respuestas.