Paraguay es un país que debe a la niñez y a la adolescencia un montón de derechos. Muchos infantes actualmente se encuentran en situaciones muy vulnerables y un número de jóvenes consume sustancias ilícitas, mientras otros cometen actos que están fuera de la ley.
Sobre el punto, el psiquiatra y antropólogo, el doctor Agustín Barúa, explicó que la droga es una definición existencial, dado que es todo lo que estrecha el presente y futuro de una persona e incluye la vivencia de desesperación.
“Droga puede ser la cocaína, el tabaco, harina de trigo, tu maternidad y angustia por controlar a tus hijos, tus relaciones de pareja, tus celos, una desesperación por juntar plata y acumular o un fanatismo religioso. “Todo eso puede incluir la vivencia de drogadicción”, aseveró.
Resaltó que no hay una definición de droga solamente reducida a la cuestión química y menos al lado químico y legalizado.
De acuerdo al parecer del doctor, una de las cuestiones más difíciles es preguntar a las voces de la infancia y la adolescencia en libertad sobre la época, sus vidas, sus derechos, sus sueños, entre otros temas, debido a que los adultos pretenden decirles a ellos qué hacer, pero no reconocen su legítima voz.
Expresó que a veces está el ideal de infancia que uno tiene en la cabeza, pero después está la vida concreta, que está atravesada por tantas desigualdades, privilegios, etc.
“Hay infancias soñadas, yo puedo soñar que sean de tal o cual manera, pero después están las infancias reales, que viven los niños todos los días, entonces, ¿cómo me conecto con la infancia concreta?, ¿puedo hacer una escucha detenida, un silencio, puedo parar mi prejuicio y puedo permitir que el otro, a su ritmo, me cuente cómo está pensando la vida?”, se preguntó.
Mencionó que en la sociedad paraguaya hay personas que hace generaciones vienen siendo dejadas.
“Fue dejado el papá que era reciclador, la abuela que era campesina fue expulsada por los terratenientes que querían hacer ganadería, a su vez ya había sido expulsada de su comunidad su bisabuela que era indígena. Hay que pensar en el abandono estructural e intergeneracional que ya venimos teniendo”, afirmó.
Señaló que no son suficientes las leyes, ya que en nuestro país, según un estudio sobre la aplicación concreta de artículos de la Carta Magna, que reveló que el 90% de los artículos no funcionan.
“Cuando yo le hago una apelación en un marco normativo a alguien de un tema legal debo tener una lectura muy realista de si eso opera o no opera”, sentenció.
El especialista expuso que los derechos a la salud, educación, vivienda, trabajo digno, ecología, trasporte, desagüe fluvial, agua potable, electricidad, conectividad a internet, entre otros, no funcionan.
“Entonces, si somos una sociedad que funcionamos desde esta lógica de derechos no concretados y privilegios para sectores muy minoritarios: ¿Qué exigencias tenemos para la gente? Las reglas del juego no funcionan y se las exigimos a los demás. Hay padres que están tan vulnerados como sus hijos, tampoco tienen condiciones, es muy injusto responsabilizarlos unilateralmente”, indicó.
Manifestó que hay que tener una responsabilidad comunitaria y social con los casos de menores que estén afrontando la drogadicción o cometiendo estos hechos fuera de la ley y no solo restringirla a los familiares. ¿Qué hacemos como este colectivo humano llamado Paraguay?, analizó.
Comentó que en nuestro país la desigualdad económica es muy fuerte, al igual que el machismo, el racismo y el adultocentrismo, que es esa creencia de que los adultos son necesariamente superiores a las generaciones que están en su infancia, adolescencia y juventud y que estas cuestiones son problemas que hacen muchísimo a nuestra realidad.
Remarcó que en nuestro país hubo una experiencia que tuvo auge durante el Gobierno de Fernando Lugo desde la Secretaría de la Niñez, ya que tuvo una dirección de participación para infanto-adolescentes que trabajó en cómo generar conversaciones con la infancia, que creaba condiciones para que a su modo y en su momento los niños puedan decir que piensan y que saben del mundo.
“No vamos a lograr un cambio si es que no sabemos escuchar y no sabemos conversar, tenemos demasiadas dificultades para eso”, concluyó.
