@peztresojos – Emprendedor y Comunicador Social
Dentro de los discursos presentes dentro de las organizaciones y empresas más jóvenes se encuentra muy presente el tópico de la cultura organizacional ¿Comprenden sus impulsores lo que conlleva la construcción de la misma?
En las instituciones más añejas, sean positiva o no, ya se ha formado una línea de premisas que indican el manejo de los procesos dentro las mismas y, al menos que se quiera cambiar radicalmente luego de décadas, es algo que los puede tener sin cuidado a sus cabezas o simplemente paliarlo con placebos.
La cultura no es algo que se puede construir luego de llegar al punto de equilibrio y superar los 100 colaboradores, inicia desde el día uno, donde el ejemplo es la primera fuerza que arrastra. La motivación de los empleados será proporcional al reflejo de la propuesta de transformación de quienes tienen a la cabeza, si la empatía está ausente, o la preocupación u ocupación por quienes forman parte de su equipo está muy por debajo de su lista de prioridades, los convertirá simplemente en piezas reemplazables que aporten simplemente lo que se reduce a su relación contractual, no a la edificación de una cultura que aporte a la expansión y crecimiento del negocio más allá de las responsabilidades.
Todas las empresas y organizaciones del mundo tienen visión y misión, utilizadas como una necesidad poética de plasmar aquello que quieren llegar a ser, muchas veces compuestas por palabras vacías carentes de reflexión, lo que produce que rápidamente pierdan sentido. Es la mística la que marca la milla extra que diferencia a las iniciativas, algo que trasciende de las formas poéticas, que brota de las venas de quienes forman parte, porque se sienten piezas claves en este nuevo proceso, lo cual siempre resulta inspirador y a su vez es necesario para avanzar. Si queremos construir una empresa, primero debemos edificar la cultura que la sostendrá a lo largo del tiempo.