El papa Francisco cumple hoy nueve años de pontificado, tras el cónclave que le convirtió en el primer latinoamericano de la historia, y lo hace con gran preocupación por la guerra en Ucrania y algún que otro leve achaque.
En la lluviosa tarde del 13 de marzo de 2013, los cardenales, reunidos en cónclave en la Capilla Sixtina tras la histórica renuncia de Benedicto XVI, terminaron por elegir al argentino Jorge Mario Bergoglio como primer papa latinoamericano y jesuita.
«Sabéis que el deber de un cónclave es dar un obispo a Roma y parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo, pero estamos aquí», ironizó en su primera aparición púbica como pontífice, ante una abarrotada plaza de San Pedro.
Desde entonces han pasado nueve años en los que el que fuera arzobispo de Buenos Aires siempre demostró su atención a los más pobres, a los últimos, como los refugiados, hasta el punto de que su primer viaje papal fue a la isla de Lampedusa, símbolo de ese drama.
Ayer mismo, tras asistir a una misa en Roma por el IV centenario de la canonización de santos como Ignacio de Loyola, Francisco Javier o Teresa de Jesús, acudió por sorpresa a visitar a los refugiados del centro Astalli, gestionado por la Compañía de Jesús.
En estos años ha tenido que hacer frente a los escándalos por los abusos sexuales del clero, impulsando reformas dentro de la Iglesia, pero también ha tenido que vivir una pandemia inédita y afrontar al ala más conservadora del Vaticano.
Su noveno aniversario sin embargo se ha visto empañado por su última gran preocupación, la guerra en Ucrania provocada por la invasión de Rusia.
Francisco acudió personalmente a la embajada rusa ante la Santa Sede un día después de que iniciara el ataque, el 24 de febrero, y ha enviado al país a dos cardenales -su limosnero, el polaco Konrad Krajewski, y el checo Michael Czerny- para ayudar a la población.
El papa, que medió incluso en el histórico deshielo entre Cuba y los Estados Unidos de Barack Obama, ha ofrecido los servicios de la Santa Sede para «hacer de todo» por la paz entre Rusia y Ucrania.
Sus llamamientos para un alto el fuego son continuos y su preocupación por la guerra europea aparece prácticamente en todas sus intervenciones públicas. Incluso ayer en la misa con los jesuítas de Roma volvió a pedir rezar por la paz.
Por otro lado, Francisco, de 85 años, llega a su noveno año como obispo de Roma con algunos achaques que, aunque sin ser graves, han trastocado sus últimos meses.
El pasado julio fue operado del colon y permaneció ingresado diez días en el hospital Gemelli de Roma, mientras que en los últimos tiempos ha arrastrado un dolor en la rodilla que le hizo renunciar a un viaje a Florencia (norte) y a la misa del Miércoles de Ceniza.
Ayer sábado, por ejemplo, no ofició la misa, sino que permaneció sentado ante el altar de la Iglesia de Jesús de Roma y solo se levantó para leer su homilía y para abandonar el templo, con un visible cojeo.
En cualquier caso, el papa mantiene su actividad y para este domingo en su agenda solo figura el tradicional rezo del Ángelus, como cada domingo desde la ventana del Palacio Apostólico.
Y en poco más de dos semanas, el 2 de abril, emprenderá su primer viaje internacional del año, a Malta