Por Cristian Nielsen
Un buen día de mayo de 1973, a Francisco Solano López Domínguez no se le ocurrió una idea más brillante que secuestrar, junto a su amigo y camarada del futbol Óscar Eusebio Borja, un avión de la aerolínea colombiana Sociedad Aeronáutica de Medellín que despegaba de Cali con destino a Medellín. Ambos habían jugado en el Deportivo Pereira, un club que supo contar con la dirección técnica del celebrado DT paraguayo César López Fretes.
Vaya uno a saber que extravío les hizo click en el cerebro y a media tarde del 30 de mayo estaban en pleno vuelo con destino a Matecaña (Pereira), sólo que en lugar de ocupar sus asientos, Francisco Solano y Oscar Eusebio tenían encañonada a la tripulación con sendas pistolas para hacerle saber el nuevo destino del Electra L-188 en el que viajaban. Y ese destino era Aruba, una pequeña isla del Caribe frente a las costas venezolanas.
Se estaba iniciando el secuestro aéreo más largo jamás perpetrado hasta entonces, y a manos de dos ciudadanos paraguayos.
¡ESTO ES UN SECUESTRO! – López Domínguez y Borja hicieron saber de inmediato sus exigencias ni bien el avión se posó Aruba. Querían 200.000 dólares y la libertad de ciertos presos políticos que no estaba muy claro quiénes eran. El primero movía ante los pasajeros una pistola amartillada pero a la vez decía en tono calmo: “Nos dan la plata y nos vamos. No les va a pasar nada si hacen todo lo que les decimos”.
Aquella fue la pauta de un larguísimo itinerario que tuvo anuncios contradictorios, nerviosas idas y venidas y algunas liberaciones de rehenes. Hubo intentos de aterrizaje en El Salvador, en Guatemala y en Guayaquíl hasta que el avión pudo descender en Lima en donde rehenes, tripulación y secuestradores tuvieron la primera comida decente en 48 horas.
De allí saltaron a Mendoza, luego a Buenos Aires en donde fueron liberados todos los rehenes y finalmente Asunción. La policía y los militares –puestos en alerta- esperaron la aeronave infructuosamente. La máquina hizo su taxiway hacia la terminal, ocasión que López Domínguez aprovechó para saltar a tierra y perderse entre los matorrales del aeropuerto General Stroessnser, mientras el avión retomaba vuelo y se perdía en el horizonte.
El secuestro había durado casi 60 horas marcando un record mundial en aquellos días.
CUASI FUGA DE TACUMBÚ – El ex delantero del Deportivo Pereira fue detenido por la policía pocas horas después. Tenía en su poder algo más de 12.000 dólares y un puñado de guaraníes. Aunque Interpol tardaría aún cuatro años en instalarse en Asunción, las alarmas internacionales habían sonado y el fugitivo era reclamado por la justicia colombiana.
A esa altura, López Domínguez, con su aureola de futbolista y de pirata aéreo, “residía” en una celda del Penal de Tacumbú mientras se tramitaba su posible extradición a la patria de García Marquez.
Fue entonces que urdió su escape y una noche se escabulló de su celda provocando la alarma generalizada.
En la redacción de La Tribuna se evaluaba el alcance de la noticia. A Stroessner no le gustaba que se hablara de secuestros y mucho menos de piratas aéreos, algo que olía a subversión y guerrilla, sobre todo porque uno de los reclamos era la liberación de ciertos presos políticos cuya identidad seguía en la bruma.
Así que, cronista y fotógrafo fuimos comisionados a Tacumbú bajo un estricto régimen de discreción. Corrían los primeros días de junio de 1973.
Allí me tocó vivir, junto con varios colegas, un episodio de lo más bizarro. Ni bien nos instalaron en el primer piso del vetusto edificio frontal del penal, se corrió la voz de que López Domínguez intentaría completar su hazaña de esa noche. Para prever cualquier escape, el director del penal convocó un equipo compuesto por tiradores especiales que se apostaron en todos los puntos sobresalientes de aquel informe amontonamiento de edificios. Si el pirata aéreo intentaba escapar, lo bajarían allí mismo.
Finalmente, López Domínguez trató de escabullirse corriendo por los tejados. Se escuchó entonces el repiqueteo de la fusilería .30 y algunos gritos, aunque ningún proyectil alcanzó al escurridizo exjugador pirata aéreo.
Pero el episodio no fue gratuito. El fuego cruzado se había cobrado un herido, uno de los fusileros que quedó atrapado en la trayectoria de los disparos.
“¿CONTENTO CON SU PAYASADA?” – López Domínguez nunca atravesó la muralla perimetral. Fue atrapado y conducido a la dirección con fuerte custodia. Allí lo esperaba Hiran “Cacho” Delgado vonLeppel, a la sazón director de Institutos Penales. El operativo había costado un herido por “fuego amigo” y ese tipo de chambonadas no eran del agrado de Stroessner. Había que preparar una explicación y tomarse un calmante antes de ir a informar al Jefe.
Cuando lo tuvo enfrente, Delgado VonLeppel miró a López Domínguez con indisimulada rabia y le preguntó si “estaba contento con su payasada”. El frustrado fugitivo bajó la cabeza y se encerró en el silencio. Así acababa su carrera de secuestrador y reinvindicador de presos políticos.
Días más tarde, el hombre que había militado en el futbol colombiano bajo la dirección de su compatriota López Frentes, era embarcado rumbo a Colombia.
Nunca más volvió a saberse nada relevante del protagonista de una de las aventuras intercontinentales más cinematográficas del siglo XX.
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Con datos de Aviacol.net – El Portal de la Aviación en Colombia.