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Había una vez una vaca…

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Cristian Nielsen

La vapuleada historia de la leche de soja y la vaca mecánica.

Con el comienzo de siglo, nos llegó una idea que a muchos les pareció genial: la vaca mecánica. Era un artefacto provisto de un embudo, una especie de molinillo y una boca de salida. Si se echaba un kilo de soja por el embudo y agua suficiente, como resultado se tenía diez litros de un producto liquido y su remanente, el bagazo que también tenía sus aplicaciones. Si el líquido se sometía a un hervor a una temperatura determinada y por un tiempo adecuado, al final del proceso se tenía diez litros de un licuado alimenticio que empezaron a llamar “leche de soja”. En un país que ya comenzaba a ser gran productor de la oleaginosa, se estaba frente a un procedimiento que podría generar alimento apropiado para los sectores más vulnerables de la población, con énfasis en los niños de barriadas más humildes.
Así fue que el término “vaca mecánica” empezó a hacer carrera y a extenderse como una herramienta valedera en la lucha contra la pobreza y el hambre.

VALORES DE LA SOJA – Los médicos y los nutricionistas ya habían hallado en la soja un elevado valor nutritivo, tanto en forma de germen, grano crudo o en aceite. Como grano, la soja aporta por cada cien gramos un 36 por ciento de proteínas vegetales y 416 calorías. Eso la equipara en valor proteico a la carne bovina, el huevo y el pescado, con una ventaja: es una proteína vegetal. Sus grasas no saturadas la convierten en un alimento saludable, en especial para el sistema cardiocirculatorio.
Por lo demás, la soja es un almacén de toda clase de sustancias activas como la vitamina B (tianina, riboflavina y niacina), vitamina A, E y F. Además, es un banco inagotable de fósforo (bueno para el cerebro), calcio (fortalecedor del sistema óseo), cobre (estimulador del sistema nervioso) y por supuesto el hierro, materia prima de la hemoglobina que distribuye oxígeno a todo el cuerpo. Sus niveles de lecitina permiten asimilar las vitaminas, aumentar el colesterol bueno y reducir el colesterol malo al tiempo que controla los triglicéridos.
¿Alguien, en su sano juicio, podría argumentar que este alimento podría ser dañino?

“LA MALDITA SOJA” – Aunque parezca mentira, hay organizaciones internacionales que apuntan en esa dirección. No hace mucho, la entidad llamada Oxfam titulaba: “Paraguay, el país en donde la soja mata”. Por simple derrame semántico, muchos podrían interpretar que cualquier cosa ligada a la soja es letal. En Argentina, caída en manos de un Gobierno que vive tergiversando la realidad, se llegó a decir que la soja es responsable del cancer y del dengue. Semejante estupidez irracional no tiene paralelos en el mundo.
Sin ir más lejos, aquí mismo se presentó un panfleto titulado “Con la soja al cuello. Informe sobre agronegocios en Paraguay 2021», estigmatizando la soja como principal causal de la deforestación alegada por organismos internacionales a los cuales se rinde pleitesía local por las razones que son fáciles de imaginar.
Afortunadamente, por muy demonizado que se presente a este cultivo, sus efectos en la economía, y sus derivaciones sociales, han ido acumulando saldos positivos, empezando por la entrada de divisas como ninguna otra actividad productiva lo hace y culminando en este factor que, pese a los avatares, sigue expandiéndose: su uso directo como nutrición humana.

TODO AVANTE – Quienes condenan la soja como agronegocio tienen un enemigo “invisible”, los veganos, astillas del mismo palo. Esta cofradía libra una complicada lucha no en contra de la soja como alimento humano sino como nutrición animal, con todo el argumentaje añadido de deforestación y demás. Lo llaman “moralidad del consumo de la soja”. Así que ya se imaginan el fenomenal pantano ético en el que navega esta gente para discernir cual soja se destina a consumo humano y cual para pienso animal, cual soja deforesta y cual no. Les deseamos suerte.
Mientras estas pintorescas hermandades divagan en su “neverland sojístico”, el mundo real avanza.
Por ejemplo, el Paraguay.
Una alianza entre comercializadores del grano (CAPECO), organizaciones barriales, clubes y parroquias lleva adelante un programa nutricional en base a soja.
Los nutricionistas instruyen sobre las propiedades del grano, su jugo resultante y el bagazo emergente en su verdadera dimensión. Todos saben que en la etapa de crecimiento de un niño hasta los dos años, la soja no reemplaza la leche, en especial la materna. Los pediatras ponen muy en contexto a las madres sobre esta etapa clave.
El programa, ya en fase de alianza público privada, llega a dos áreas del departamento Central y otras tres en Alto Paraná, Guairá e Itapúa. CAPECO proporciona la soja, apoya la formación de organizaciones locales y trabaja en conjunto con la Iglesia, el SNNP, Salud Pública, y otras agencias del Gobierno.
Sí, había una vez una vaca. Que felizmente, sigue vivita y coleando. Y dando de comer a mucha gente que lo necesita. ¿Qué importa si es mecánica o no?

 

 

 

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.
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