Cuándo son útiles y cuándo apenas un trámite burocrático
Hacia los años ‘50 existía en el Paraguay un instrumento público llamado Libreta de Salud. En esa “libreta”, que era apenas un pedazo de cartón impreso primitivamente, figuraban algunos datos como por ejemplo si el portador se había hecho la tuberculina y estaba o no libre del bacilo de Koch, es decir, tuberculosis. Fue un recurso burocrático más, aunque el principio de su implementación era correcto, ya que coincidía con el inicio de planes sistemáticos de vacunación contra la viruela, la poliomielitis y también de la tuberculosis con la llegada de la BCG. En aquellos días el país tenía la mitad de la población que hoy, de manera que debió haber sido relativamente más sencillo controlar su vigencia.
Con el paso del tiempo y la complejización de la atención de la salud, fueron surgiendo otras libretas. Por ejemplo, está en vigencia desde 2013 -y nadie parece escandalizarse por ello- la libreta de salud del niño, que es un minucioso instructivo en el que se recomienda, en especial a las madres, cuidar que la libreta esté completa, que el bebé haya recibido la BCG (para prevenir la tuberculosis), que le hayan realizado el test del piecito además de una serie de prácticas de higiene preventiva. La ley 4621 establece que para matricular a un niño en instituciones educativas públicas, subvencionadas o privadas, se debe presentar el certificado de vacunación emitido por el Ministerio de Salud Pública. De lo contrario, la institución se reserva el derecho a rechazar al solicitante. Hasta ahora, nadie ha formado causa contra el Estado por semejante medida preventiva de vigencia pública. Y si hubo casos, sin duda serán la excepción de la regla.
También existe la libreta de salud de la mujer, un documento creado por una ley de 2016 pero como es apenas una ficha con datos personales y carente de cláusulas coercitivas, no parece tener utilidad alguna. Y por si faltara alguna, rige la libreta de salud del adolescente, que el MSPyBS presenta como un instrumento destinado a ofrecer “información de calidad que oriente al adolescente sobre su salud integral con enfoque de derechos, incluye el esquema de vacunación”.
Como se ve, iniciativa para crear libretas existe desde siempre. La cuestión clave sería la siguiente: en qué casos prestan un verdadero servicio a la salud y cuando empiezan a ser apenas un incordio público más.
