Interminable juego del bonete entre Aduanas, Puertos y Migraciones
Una persona que trabaja para el Estado y que, ante una queja cualquiera, dice no tener nada que ver con el problema mandando al reclamante a otra oficina, es apenas un burócrata rentado con dinero del contribuyente, no un servidor público. Esto se desprende de la reacción generada en el Gobierno por una publicación de este diario sobre el pésimo servicio -si se lo puede llamar así- que reciben los viajeros en la pomposamente denominada Area de Control Integrado en la frontera con Argentina, cruce Falcón-Clorinda
Los términos “precariedad y desidida” conque titulamos la queja reiterada de viajeros hacia y desde Argentina no le cayó muy bien a la gente encargada de sellar los documentos migratorios. La tardanza padecida a manos de la burocracia paraguaya no se condice con la rapidez que al parecer caracteriza a su homóloga argentina, a estar por las referencias de viajeros frecuentes en ese paso fronterizo.
La reacción de la oficina de migraciones no debería extrañarnos, dado que es una costumbre que se repite en casi todos los niveles del Estado: “Nosotros no tenemos nada que ver, eso es cosa de Puertos y Aduanas” se dijo en la cuenta de la dirección de prensa de migraciones, al tiempo de informar a este diario que la licenciada en marketing y magister en asuntos públicos y gobernabilidad María de los Ángeles Arriola Aguirre, a la sazón Directora de Migraciones, no tenía nada que declarar.
Esa es la burocracia en su salsa, tirar la basura al terreno vecino al cual, por añadidura, es irrelevante ir a preguntar porque emplearán el mismo procedimiento pero a la inversa, es decir, devolver la basura al remitente.
El problema de este comportamiento infantiloide es que la basura no desaparece, sigue en el lugar. Y cuando un extranjero padece semejante viacrucis no pierde tiempo determinando si el fastido se produjo en Aduanas, Puertos o Migraciones. La queja es contra el país al que está entrando y que le hizo perder horas de plantón para que le den un papelito sellado y firmado por algún gris funcionario aburrido de la vida. En medio de ese clima, la poca paciencia que le resta al viajero deberá dilapidarla tratando de sortear la muchedumbre de mercachifles y buhoneros que le saldrán al paso ni bien pise territorio paraguayo.
¿Servicio público? En el Paraguay, fastidio garantizado.