Las embajadas en manos de estafetas de los caciques políticos
En los “viejos tiempos” de la dictadura, cierta historia hizo carrera (no diplomática) en los mentideros asuncenos. En aquellos días a alguien que molestaba políticamente, dentro del propio partido en el poder, se lo mandaba como embajador o cónsul a alguna parte. Si era militar, había agregadurías suficientes para responder a la oferta de indeseables.
La historia que comentamos transcurrió en Washington, en donde aterrizó uno de estos rezagos del servicio diplomático con uniforme. Antes de enviarlo se había interpuesto el argumento de que el hombre no hablaba una palabra de inglés y, además, sufría horrores si se lo obligaba a expresarse en castellano. Pasado un tiempo prudencial, preguntaron al jefe de la legación si el agregado de marras había aprendido, al menos, a saludar en inglés. “No -dijo el funcionario consultado-. Sigue sin hablar una palabra, pero en el barrio ya hay muchos residentes locales que empiezan a hablar en guaraní…”.
Tal vez la historieta no pase de lo que hoy se denomina una “fake news”. Pero tratándose del servicio público paraguayo, cualquier exageración se queda corta. Tenemos ejemplos de sobra de personas inmerecidamente nombradas en cargos públicos y que con frecuencia nos cubren de vergüenza con su nula idoneidad profesional, falta de roce social y ausencia de cultura general para alternar en ambientes cosmopolitas y cambiantes como los que se presentan en el mundo diplomático.
En el servicio exterior paraguayo hay profesionales de carrera suficientes para completar los organigramas de embajadas y consulados. Y si no alcanzan, la Academia puede ir suministrándolos gradualmente. No se debe permitir que las vacancias creadas para cada representación en el exterior sean llenadas con estafetas de los caciques de la política de baja calidad, a tal punto de que cuando existe un candidato preparado con todas las de la ley, se encuentre conque su cargo lo está ocupando el recomendado del senador X o la diputada Y. O que el consulado se ha convertido en una seccional política que malversa recursos captando prosélitos para la próxima elección.
Ya sea comité político rentado con dinero público o refugio de zopencos con padrinos en el poder, el servicio exterior paraguayo debe ser rescatado de este destino de republiqueta bananera que nos llena de vergüenza y a la vez malversa una herramienta de promoción internacional del país.