De Parque Cue en los ’90 a las capturas masivas de hoy
Ya no nos sorprenden las capturas de toneladas de cocaína pura en puertos europeos mimetizadas en cargas embarcadas en puertos paraguayos. Ningun recurso es desechado por los poderosos carteles de la droga a la hora de exportar su solapada mercancía.
Queda distante el explosivo “caso Parque Cue”, que en los ‘90 puso de cabeza al país incluyendo al entonces presidente Andrés Rodríguez. La naciente libertad de prensa ventiló en forma inédita un complot que combinaba delincuencia pesada, política criolla y rutas del narcotráfico. Desde entonces hasta hoy, el país no puede despegarse de este karma que nos dibuja como blanco obligado cuando se habla de corrupción, contrabando y crimen organizado con un subproducto añadido que todo lo pudre: el lavado de activos.
La catarata de capturas es alucinante. Entre febrero y lo que va de noviembre cayeron en aduanas europeas 27.900 kilos de cocaína “oculta” entre toda clase otros artículos habitualmente comercializados con Europa. Los puertos de Amberes (Belgica), Rotterdam (Holanda) y Leixoes (Portugal) fueron los puntos críticos en los que se realizaron las más recientes capturas procedentes del Paraguay.
Ahora bien, si la porosa aduana paraguaya “no ve” lo que pasa por sus escáner, tampoco lo hacen las aduanas de transbordo en Argentina y Uruguay. Esto quiere decir que todas las cláusulas contenidas en el protocolo de transporte fluvial por la Hidrovía, vigente desde 1992, son poco menos que letra muerta. ¿A qué obliga ese acuerdo? Que a cada bodega de carga fluvial se le pueda colocar precintos aduaneros de manera sencilla y eficaz, que ninguna mercancía pueda ser extraída de la parte precintada de la unidad de transporte o ser introducida en ésta sin dejar huellas visibles de manipulación irregular o sin ruptura del precinto aduanero. Que tampoco tenga espacios ocultos que permitan disimular mercancías y que todos los espacios capaces de contener mercancías sean fácilmente accesibles para inspecciones aduaneras. Finalmente, que cada unidad de carga sea identificable mediante marcas o números grabados que no puedan alterarse o modificarse.
Este sistema va a cumplir 30 años. ¿Qué pasó? ¿Sirve o no para detectar los ríos de droga que fluyen por la Hidrovía? Está claro que no.
¿Y, qué hacemos? ¿Vamos a seguir mirando o vamos a actuar?
