Presenta al Paraguay como un destructor serial del ambiente
Un informe de las Naciones Unidas, redactado en base a denuncias presentadas hace 12 años, pinta al Paraguay como una suerte de envenenador serial del medio ambiente y destructor de formas de vida precolombinas. Su Comisión de Derechos Humanos emitió un dictamen que cita a la comunidad indígena de Campo Agua’ẽ, Curuguaty, departamento de Curuguaty como presuntamente afectada por las actividades agropecuarias que la rodean. Y hace estas afirmaciones: “Envenenamiento de sus cursos de agua, destrucción de sus cultivos de subsistencia, muerte de sus animales de cría, extinción masiva de peces, abejas y animales de caza causando problemas de salud e injerencia arbitraria de su vida privada, familiar y domicilio”. Semejante afectación nos pondría frente a un panorama similar al que Hollywood suele mostrarnos en sus pesadillas cinematográficas describiendo los horrores de un mundo postapocalíptico.
Lo curioso de este dictamen, lleno de farragosas citas jurídicas, es que toda su lógica argumental se basa en simples afirmaciones repetidas una y otra vez a lo largo de sus 18 paginas. Describe, además, un mundo imaginario compuesto por pueblos originarios que practican una suerte de agricultura del neolítico, sólo para subsistencia, mientras se dedican a la caza, la pesca y la recolección.
Que pena que los redactores que perpetraron el mamotreto no hayan tenido en cuenta el mensaje que ante sus propias narices les dejó en 2017 un líder aché, José Anegi, quien proclamó ante la Alianza para el Crecimiento Sólido del PNUD en Nueva York: “Como indígenas apoyamos las commodities sostenibles para salir de la pobreza y a la vez respetar el ambiente. Si quieres alimentar al país, debes alimentar el bosque”.
Anegi es el líder de la Comunidad Aché de Puerto Barra, Alto Paraná, que en su asentamiento de 700 hectáreas cultiva en forma mecanizada soja y maíz, granos que en parte comercializan en el mercado para generar renta y en parte convierten en alimento balanceado tanto para su pabellón de cría de cerdos como para el plantel de lecheras atendidas diariamente en su tambo mecanizado. También conservan, como herencia cultural, un monte nativo de casi 500 hectáreas.
Puerto Barra es una comunidad de 300 habitantes ubicada en pleno corazón agropecuario e industrial del Alto Paraná.