Dos periodistas lo comparten “por idénticos méritos”
En mérito a sus “esfuerzos para salvaguardar la libertad de expresión, una precondición para la democracia y la paz duradera», la Academia Sueca distinguió con el premio Nobel de la paz a los periodistas María Ressa, de Filipinas y Dmitry Muratov, de Rusia.
María Ressa nació en Manila, tiene 58 años, estudió en la Universidad de Princeton y gracias a una beca Fulbright obtuvo su maestría en periodismo en la Universidad de Filipinas. Fundó en 2012, en sociedad con otros periodistas, el sitio web Rapler que entre sus contenidos más gravitantes figura el periodismo de investigación, algo que molestó muy pronto al presidente Rodrigo Duterte y Roa, figura más que polémica. Duterte se ha ganado el mote de “el nuevo Ferdinand Marcos”, quien gobernó con mano de hierro Filipinas durante 21 años.
También se lo conoce como el “castigador” (punisher) por sus métodos para combatir el narcotráfico y toda clase de delitos. Ressa llevó a cabo una profunda investigación sobre esta conducta del presidente filipino, lo que le valió un serio intendo de Duterte por cancelar la licencia del sitio con la excusa de recibir financiación extranjera. El caso fue ventilado por Human Right Watch y Aministía Internacional y el gobierno filipino debió retroceder.
Dmitri Muratov nació en la ciudad de Samara, unos 1.000 kilómetros al este de Moscú. Tiene 60 años, estudió filología (estructura y evolución de los idiomas) pero muy pronto se sintió atraído por el periodismo. Es fundador del diario Novaya Gazeta, dedicado principalmente a investigar la corrupción en el Estado ruso así como a informar sobre ejecuciones extrajudiciales y persecuciones contra homosexuales en Chechenia.
Muratov integra el equipo internacional que develó el contenido de los“Papeles de Panamá” sobre blanqueo de capitales en paraísos fiscales. En su diario, Muratov contó como columnista a Anna Stepánovna Politkóvskaya, combativa periodista que sufrió tres atentados contra su vida. Primero una ejecución simulada, luego un envenenamiento al cual sobrevivió para finalmente ser acribillada a balazos en el ascesor del edificio de Moscú en donde vivía.
Ambos, Ressa y Muratov, mostraron idéntica entrega a la profesión en países en donde la libertad de expresión está permanentemente amenazada. Es lo que la Academia sueca tuvo en cuenta para premiarlos con el Nobel de la paz.