“No vamos a hacer paro. Vamos a dejar de operar”.
Lo que se dice, cambiamos media docena por seis. Los camioneros que deambulan por el conurbano asunceno acarreando gente dicen que ya no van a salir a la calle porque las empresas han sido “desangradas a fondo”, se han quedado sin capital operativo. Si este pronóstico se cumpliera en toda su dimensión -cosa que nos permitiremos dudar-, un par de millones de asuncenos y concurrentes a la capital quedarían de a pie.
Antes de continuar, tendremos que darle una mala noticia a los camioneros. Por muy en la lona que esté, la flota destartalada, insalubre e ineficiente tendrá que seguir andando. ¿Por qué? Porque es un servicio público. Una cosa es abastecer de gaseosas, aceite comestible o papel higiénico a los supermercados. Y muy otra garantizar que el ciudadano, saliendo de su casa a una hora determinada, llegue a destino en tiempo y forma. ¿Se comprende esto, verdad? No pueden abandonar el servicio, no están autorizados a ello.
Puesto en claro este punto, pasamos al siguiente. Es muy posible que las empresas a las que se ha confiado el transporte público estén descapitalizadas y financieramente ahogadas. Eso podría deberse a varias razones; tal vez la impericia administrativa de los empresarios o simple codicia. Pero lo más probable es que el esquema de adjudicación “itinerario+subsidio” no funciona, que se ha tragado un montón de millones de dólares y las cosas están peor que nunca. ¿Van a seguir insistiendo en una fórmula fracasada o se decidirán a buscar otra?
Sugerimos, con todo respeto, un viajecito más a Curitiba, pero esta vez para aprender en serio y copiar un modelo que funciona. La red articulada de transporte de esa ciudad (RIT) es un admirable trazado de itinerarios troncales (metrobus o bus expresso), líneas directas, líneas alimentadoras, de interconexión de barrios y hasta un servicio que enlaza centros hospitalarios en forma directa, adaptados a personas con diversos grados de impedimento físico. Y el toque final: el sistema de municipios metropolitanos integrados, operado por el estado de Paraná. Eso, señoras y señores, es servicio y dignidad para el ciudadano.
Claro, por aquí no tenemos nada que siquiera se aproxime a un Jaime Lerner, el que soñó y convirtió en realidad la Curitiba de hoy.
Pero por algún lado hay que empezar