Los honorables acaban de votar otro proyecto de ley dentro del estilo que los caracteriza, es decir, leyes que están fabricadas para que nunca se cumplan. El engendro tiene un nombre kilométrico “por el cual se concede al Departamento de Identificaciones de la Policía Nacional la facultad para cobrar la multa prevista en el artículo 332 del Código Electoral de aquellos electores que no acudan a votar”. Pasemos por alto el descangallado castellano empleado en su perpetración y vayamos al fondo de la cuestión.
¿Cuándo van a entender nuestros políticos -por ser amables en el trato- que no ir a votar es una forma de votar? ¿Cuándo van a darse cuenta de que el desfile de candidatos se va pareciendo cada vez más a un festival carnavalesco, con ofertas que no sólo ofenden el buen gusto sino que provocan rechazo y, en no pocos casos, verdadero asco?
La adhesión del ciudadano no la van a lograr amenazándolo hoy con multas y mañana con sanciones más severas.
Tal vez lo hagan si toman en serio la misión de representar la voluntad popular en lugar de convertirse en mercaderes de menor o mayor porte a la hora de ennoblecer su mandato.
Tal vez lo hagan si en lugar de llenar las papeletas de votos con gente prontuariada en la justicia ordinaria, pongan allí ciudadanos pensantes, con propósitos específicos y con la voluntad indoblegable de honrar la representación ciudadana.
Tal vez lo hagan cuando decidan poner en vigencia un principio constitucional del que hasta ahora han hecho escarnio turno tras turno. Y que dice: “Los senadores y diputados no estarán sujetos a mandatos imperativos”, artículo 201. Cuando a algún honorable se le recuerda este principio, todo lo que se obtiene es una sonrisa cínica, porque saben que son dóciles corderitos arreados ni siquiera por su partido sino por el poderoso rey Midas que les ha costeado la campaña. Y allí van, como manada, a levantar la mano cuando se les manda, olvidando que al único al que deben su voto es al ciudadano.
La enorme mayoría de la ciudadanía está harta de esta comedia miserable. Y a sabiendas de que nada puede hacer para cambiar el libreto y, sobre todo, a los actores, se resigna viendo desfilar camadas enteras de políticos de alquiler. Así que no se ofendan si la gente prefiere quedarse en casas el día de elecciones. Es un mecanismo natural de autopreservación de la salud mental y estomacal.
Nada más.