Por Clara Martínez
Periodista, politóloga y docente. Egresada en el cuadro de Honor de la UNA
@Clarymv
Un pilar muy fuerte de los sistemas democráticos es la oposición, que debería hacer
cuestionamientos, reclamos e insistir por la implementación de políticas públicas que beneficien a los ciudadanos paraguayos; sin embargo la oposición dividida o fragmentada no puede mover nada.
Los referentes de partidos de oposición van por cuerda separada, sin trazar un objetivo en común, por lo que pierden fuerza política. Cada uno vive por su cabeza y negocia de acuerdo a sus intereses, sin importar las carencias del pueblo.
La oposición débil favorece al oficialismo, y más a los corruptos, cuyo fin no es gobernar, sino lucrar a costa del pueblo.
La radiografía política nos demuestra que las autoridades gobiernan lejos de la ciudadanía, fuertemente golpeada por la pandemia. Y hoy más más nunca necesita de acciones concretas de los gobernantes.
Los políticos que ocupan los poderes del Estado: Ejecutivo y Legislativo no han dado respuesta suficiente a la sociedad paraguaya, en donde sigue primando la desigualdad, la injusticia y la pobreza, que en el 2020 creció un 3,4%, lo que significa que hay 264 mil nuevos pobres. Según la Encuesta Permanente de Hogares, el 26,9% de la población paraguaya es pobre.
Si bien es cierto que en política se precisa de acuerdos; este debe ser en base a programas de gobierno o políticas públicas que busquen mejorar la situación económica y sanitaria del país, que son los temas más urgentes ahora mismo. Y no en base al prebendalismo y favores políticos.
Necesitamos de una oposición fuerte, con criterio, que no caiga constantemente en negociaciones oscuras.
A esto hay que sumarle, que el presidente Abdo, que ha tambaleado en varias ocasiones, haga planes de reactivación económica y los implemente cuanto antes, que elija a los mejores como sus colaboradores cercanos y haya un verdadero liderazgo político.
La política en su esencia busca el bien común. ¡El sufrido pueblo paraguayo se merece lo mejor!