Desde febrero pasado, un satélite paraguayo monitorea al vector del mal de Chagas en el Chaco central en donde la chinche transmisora se mantiene en estado latente. Se podría decir que es mucha inversión y mucha tecnología en una tarea que podría hacerse desde la superficie. Se podría decir, pero es mejor no hacerlo. Porque en la actualidad, el empleo de sensores remotos va haciéndose corriente en una multiplicidad de tareas.
Por ejemplo, la misión del Guaranisat 1 tiene por objetivo determinar el territorio infectado con las distintas variedades de chichá guasú o vinchuca portadora del tripanosoma cruzi responsable del mal de Chagas. El parásito está contenido en las heces que la chinche deposita luego de picar a su víctima.
El contagio se produce durante el rascado de la picadura, que esparce la defecación lo cual es aprovechado por el tripanosoma para introducirse en el torrente sanguíneo y finalmente atrincherarse en el interior de las células del cuerpo. Es una enfermedad lenta, de tratamiento difícil, una de cuyas consecuencias es el crecimiento del corazón, o acromegalia, además de otros trastornos orgánicos.
En noviembre de 2018, el Paraguay fue certificado por la Organización Panamericana de la Salud como “territorio libre de la transmisión vectorial domiciliaria del tripanosoma cruzi”. Esto se debe más que nada a la generalización de las viviendas construidas con materiales modernos. El chicha guasú buscar refugio contra sus depredadores en viviendas precarias de estaqueado, techo de paja y paredes abundantes en hendiduras, muy comunes en la campaña. La generalización de casas de material cocido se lo impide, al menos en la región Oriental. Ahora se estudia la permanencia de viviendas precarias en el Chaco y el posible grado de infección con el insecto vector del mal de Chagas. Y se lo hace desde el espacio exterior.
Finalmente, muchas tareas agrícolas son mejoradas con el uso de sensores satelitales, que escanean el suelo y diagnostican con precisión de centímetros la falta o sobreabundancia de nutrientes del suelo. Eso le permite al agricultor planificar el uso de fertilizantes y también de defensivos agrícolas, con un sensible ahorro de químicos que opera no solo a favor del bolsillo del productor sino también de la preservación del medio ambiente.
Esto no es ciencia ficción. Es la realidad imperante.