El calor húmedo lo domina todo en la ciudad de Greenville en el republicano estado de Carolina del Sur. La vicepresidenta tiene cita para promover la vacunación y el voto en estas regiones dónde la convocatoria no ha sido intensa.
Los fantasmas de Trump le preparan una calurosa bienvenida. No son muchos. Apenas una veintena con carteles que condenan las vacunas apoyados en que aún son experimentales hasta la abierta oposición a la política migratoria pasando por las acusaciones de fraude electoral. Un activista gay pasea su bandera del arco iris provocando la ira de los Trumpistas.
Dentro de un colegio técnico la vicepresidenta insiste en que la vacuna es la única opción para todos y busca su gobierno alcanzar el 70% de vacunados para el 4 de julio. Su visita incluye otros Estados del sur de la Unión Americana. Preguntó sobre por qué no se quieren vacunar y responden que pueden hacer de su cuerpo lo que deseen sin que el gobierno les ordene. Les contesto si esa es la línea argumental porqué se oponen al aborto? Silencio total.
En el polarizado EEUU el debate salta de un tema a otro. En los carteles se lee que Greenville a 1.500 millas no es la frontera con Guatemala. En esta ciudad donde la BMW trajo dinero y gente alemana y dónde Michelin hizo lo mismo con franceses, esas cosas no despiertan iguales sentimientos como contra centroamericanos y mexicanos.
El tema migratorio es sensible y Kamala Harris lleva la agenda como lo demostró en visita a la región hace unos días. Adentro la vicepresidenta insiste que los números de los vacunados no es suficiente en el Estado fuertemente republicano. Afuera afirman que no son ratas de laboratorio. Adentro insiste que la sobreoferta de vacunas debería aprovecharse. Y afuera tratan de convencerme que Trump fue sujeto de fraude.
Son personas que parecen educadas y de buen pasar. La prensa los entrevista mientras un par de ellos gritan consignas que jamás escuchará Kamala Harris. El servicio de seguridad es aparatoso. No permiten que los manifestantes se bajen de la vereda a la calzada. Es un resabio de unos comicios que aumentó la división de este país y que eventos como los de Greenville permiten recordar viejas rencillas.
Biden ha logrado un éxito sorprendente con la vacunación que aunque no ha completado ni el primer año de su mandato le asegura un camino hallando para la reelección. Kamala Harris, ex senadora y ex fiscala en California hace emerger todos los peores epítetos de un electorado blanco no dispuesto a tolerar su ascenso político.
Los fantasmas están. Los miedos también. El racismo es histórico y la intolerancia al éxito en las vacaciones es claro. Los manifestantes me hablan de lo mismo como lo hacen Paraguay. Creen que entre Gates, Soros y Zuckerberg están los conspiradores contra los valores conservadores.
La gente parece igual en todos lados. Kamala Harris pasa raudamente hacia otro sitio en su visita a una ciudad donde la humedad desata una lluvia tropical que hace refugiar a los manifestantes en sus Cadillac y Lexus. Llueve copiosamente aunque todos sabemos y los manifestantes también que cuando llovió, escampó. Esto es solo una representación de una novela presentada en capítulos lejos de terminar.
