Da la gran casualidad que Formosa, una autarquía provincial del siglo XIII europeo, es la única provincia argentina dispuesta a recibir la planta de procesamiento de combustible nuclear echada de la provincia de Córdoba, en donde está dejando una impresionante colina de residuos de procesado de uranio. Sólo una dictadura provincial de más de 30 años, que maneja a su voluntad la justicia y la legislatura local y con la prensa silenciada a base de amenazas, puede generar el medioambiente requerido para acoger un presente griego de la era nuclear argentina, la planta Dioxitek.
Según el Dr. Raúl Montenegro, experto en energía nuclear de la Universidad Nacional de Córdoba, la planta señalada se dedica a procesar diuranato de amonio que genera dióxido de uranio, combustible nuclear usado en las plantas Atucha I y II y Embalse, las dos primeras ubicadas a 100 kilómetros de la capital federal y la tercera en las afueras de Cordoba capital. “Luego de 30 años de funcionamiento -dictamina Montenegro-, la planta ha dejado 57.600 toneladas de residuos radiactivos de baja intensidad amontonados sin sistema de contención y generando un daño ambiental con graves consecuencias para la salud de la población”. Los cordobeses, con su particular sentido del humor, bautizaron “chichón” al impresionante montículo y desde 2012 mantienen un pleito con la autoridad nuclear para que saquen de allí toda esa basura, planta de tratamiento incluida.
Ahora, planta y residuos radiactivos operan en Formosa, a 100 kilómetros de Asunción y rio de por medio con alberdeños, pilarenses y demás núcleos urbanos. Conocido este propósito, el Congreso se ocupó del asunto en 2014 dando entrada a un proyecto de ley por el que se “rechaza y repudia” la instalación de dicha industria procesadora en Formosa. El proyecto tuvo un trámite escueto y hoy duerme en la comisión de peticiones de Diputados. Más recientemente, a comienzos de mes, el senador Fernando Silva Facetti manifestó su preocupación por la inminente entrada en su fase operativa de la planta. Esto indica que Gildo Ynsfrán se ha estado riendo de la preocupación paraguaya y burlando de todas las convenciones internacionales que regulan la presencia de instalaciones nucleares en zonas fronterizas.
Tenemos una amenaza nuclear a la vuelta de la esquina. Y hemos estado durmiendo como marmotas.
