“¿Yo pio soy médico de acá? Mo’o pio che aikuapata…” El autor de esta guasada no fue el kapanga de un obraje de los días de la Industrial Paraguaya, magistralmente pintados por Casaccia y Roa Bastos. Fue Mario Abdo Benítez, Presidente de la República, electo para ejecutar lo que la Constitución le manda, entre otras cosas, proteger y promover la salud como derecho fundamental de las personas.
La “respuesta” del comienzo fue dada a una simple pregunta: ¿Por qué faltan medicamentos para terapia intensiva?. El tono de lo dicho por el presidente, si se puede hablar en esos términos, era el de alguien a quien se consulta el resultado de un partido de fútbol de ascenso: indiferencia, desinterés absoluto y molestia porque le interrumpen su rutina.
¿Para actuar de esa manera abandona la comodidad de su despacho? ¿Lo hace sólo para generar fotos para los medios oficiales? ¿O preferiría, el Sr. Abdo Benítez, que cuando visite alguna repartición pública no haya periodistas ni público, salvo aplaudidores contratados?
Con su actitud en la mañana de ayer, el Sr. Abdo Benítez ha demostrado su incapacidad total para sintonizar el momento de angustia que vive la gente, un clima que se repite hasta el infinito en todo el mundo. Hablamos de gente sin trabajo, con familiares enfermos, en busca de una cama de terapia intensiva o de algún simple remedio, que aguarda pacientemente ser atendido, con médicos y enfermeras saturados de trabajo y sin saber cuándo se dispondrá de una vacuna que la proteja del virus más asesino de que se tenga memoria en el Paraguay. En circunstancias como éstas, un Presidente de la República debe saber absorber la desesperación de las personas, comprender sus interrogantes, abrazarlas emocionalmente y sobre todo, demostrar que está al frente de la lucha, con respuestas para todas las preguntas aún para las que parecieran no tenerlas.
Ejercer la primera magistratura de un país no es cosa de amateurs. No elegimos un Presidente para que salga un ratito para la foto y luego se recluya a ver la copa Libertadores o jugar Call of Duty y Fortnite. Es una faena de compromiso profundo con las personas, sobre todo en momentos dramáticos como los que estamos viviendo.
Así no, Sr. Presidente. No subestime la angustia del pueblo, porque no le van a perdonar semejante afrenta.