En nuestro país, la ciudad de Yegros es el primer distrito planificado íntegramente, con un trazado y medición de calles pensados ya en 1888. De ese buen ejemplo lastimosamente no aprendimos y las consecuencias las seguimos viendo y viviendo en el día a día.
Las ciudades cercanas a la capital crecen de manera desmedida porque la rueda económica genera la idea de que llegar a la ciudad significa progreso, pero este progreso no acompaña al desarrollo de las ciudades con cada vez más pobladores. En lugar de contar con mejores zonas, las ciudades dormitorio ofrecen condiciones sumamente precarias para quienes deciden migrar desde el interior para vivir un poco más cerca de Asunción.
No hay transporte público, espacios públicos, no hay equipamiento de servicios básicos en los barrios, los caminos son de difícil acceso y lo último que debemos soportar son inundaciones y desplazamientos porque ni siquiera resistimos el clima.
El beneficio colectivo es nulo. Los días de lluvia de las últimas semanas hicieron colapsar todo: rutas, servicios, conexiones, puentes. Bastó solo unas pocas horas para que la fuerza de los raudales se lleve todo a su paso. El costo de asistencia y reconstrucción es enorme y mucho más alto que una planificación bien hecha. Nos sale mucho más caro asistir y ayudar que prevenir estos desastres.
La base técnica y los planes de ordenamiento urbano y territorial existen, pero están solo en papeles y cuando se tienen recursos, el dinero se destina a gastos que no son prioridad. No nos merecemos vivir en condiciones en que los ciudadanos no accedan a un bienestar y una vida digna en sus ciudades. Con tanta declaración de emergencia a nivel nacional y municipal, nuevamente se tiene la oportunidad y la obligación de hacer que podamos vivir en una tierra mucho más habitable.
