Chile empieza a vacunar mañana a su población de riesgo. Son las primeras dosis de una compra escalonada que el Gobierno trasandino ha hecho a tres laboratorios, entre ellos, Pfizer. Para el primer trimestre de 2021 se espera tener vacunados cinco millones de chilenos y 15 millones al cierre del primer semestre.
Mexico ha cerrado trato con cuatro laboratorios que trabajan la vacuna anti COVID19: Astra-Zeneca (71 millones de dosis), Pfizer (35 millones), CanSino (35 millones) y un contrato a confirmar con Jansen (22 millones) si su vacuna es homologada. También hay un acuerdo con el mecanismo multilateral Covax coordinado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Colombia, por su parte, comenzaría a vacunar también mañana y tiene asegurada la provisión de 40 millones de dosis proveídas por Pfizer, Astra-Zéneca y Covax.
Ninguno de estos países ha cerrado trato alguno con el Instituto Gamaleya de Rusia, que desarrolla –no se sabe con exactitud en qué etapa- la vacuna SputnikV. Por algo será. Según se dice, el ministerio de Salud estaría programando el uso de esta vacuna con lo cual seríamos uno de los pocos países, junto con Argentina, en emplear este específico cuya preparación está envuelta en una polémica de carácter global.
¿Por qué no hemos podido comprar material de inmunización de calidad probada? Chile hizo sus reservas en mayo pasado, Colombia en junio y el mismo mes, México. ¿Y nosotros? ¿Nos quedamos dormidos, pudo más el vendaval de corrupción que envolvió el programa de compras del ministerio que la necesidad de reservar con tiempo partidas de vacunas? Por encima y más allá de las operaciones filibusteras con compras de equipos e insumos médicos, alguien debió abstraerse del ciclón de denuncias y aplicarse al operativo compra de vacunas.
No fuimos los únicos atacados por las manadas de hienas. Respiradores sobrevaluados en México, equipos de terapia intensiva a precio de oro en Colombia, falta de transparencia en compras de insumos médicos en Chile. Nadie se salva del cáncer de la corrupción. Pero eso no impidió a ningún gobierno –salvo al nuestro- cumplir con su sagrado deber de programar la vacunación de la población.
Aquí, nadie explica nada. Todo el mundo con la cola entre las patas. Ahora, cuando más información se necesita, solo hay silencio y opacidad.
¿Y la vacuna, Señor Ministro?