Por Benjamín Fernández Bogado
Unos de los temas recurrentes de nuestra política es la cantidad de gente que ha venido siempre engañando de la mera autocrática del Estado. Ahora hay un personaje de origen austriaco de apellido Beck, que vino al Paraguay. Dicen que se enamoró de este país y comenzó a ganar todas las licitaciones, siendo amigos de los poderosos y proveyéndoles de mujeres bonitas para muchas de sus fiestas. Una circunstancia que realmente es sospechosa a todas luces y demuestra que el sistema es extraordinariamente permeable para los locales y todavía mucho más para los extranjeros. El que viene a este país y conoce el teko Paraguay, el jeito, nuestra manera de ser, el ethos cultural de los otros, la tiene muy fácil. Puede vender de despreciadores sobre facturados, sobre facturadas, hacer obras viales completamente con sobrecostos e inclusive pasarla muy bien en festicholas con los administradores de ocasión. El Paraguay necesita ser un país más riguroso, más serio, donde los rigores nuestros desde adentro hablen bien de nosotros. Cuando viene un extranjero y dice que acá todo se puede hacer, que esta es una tierra de oportunidades, porque nuestras costumbres no se parecen en nada a otra nación, es que estamos en puertas de ser engañado de nuevo, como ha ocurrido en innumerables ocasiones.