Por Cristian Nielsen
Cuando las escuadrillas acrobáticas atronaban la ciudad.
Hasta que los veteranos NA-T6 de “Ara Sunú” empezaron a volar en formación cerrada y dejando una estela en el cielo con los colores paraguayos, los espectáculos acrobáticos venían de afuera algunos desde muy lejos.
Por entonces, el viejo aeropuerto ofrecía su única comodidad para asistir a esos vuelos rasantes y estruendosos que dejaban no sólo su rastro de sonido sino también ese indefinible aroma a kerosene de aviación quemado a velocidades vertiginosas.
El viaje al aeropuerto Presidente Stroessner no era muy cómodo que digamos. Lo que hoy conocemos como autopista (que de tal no tiene nada) Aviadores del Chaco era una simple calle asfaltada de un solo carril que, al llegar a calle Ultima, hacía una amplísima curva para rodear Campo Grande y dejarnos frente a la entrada del aeropuerto. Había que caminar un par de kilómetros para finalmente entrar a la plataforma convertida en platea libre. Hermosos tiempos en que las medidas de seguridad eran prácticamente inexistentes. La gente no invadía la pista porque estaba muy lejos, que si no…
“PAJAROS DE TRUENO” – Ir a ver la escuadrilla “Thunderbird” de la Fuerza Aérea de Estados Unidos era como codearse con los astronautas antes de subir al cohete que los pondría en órbita.
Valía la pena todo ese incordio de viajar como sardina en lata en destartalados camiones travestidos en ómnibus.
Corría el año 1960. Un día llegaron, haciendo honor a su nombre, aquellos “pájaros de trueno” que marquetinearon su show con un vuelo rasante sobre la ciudad. La radio invitaba a asistir al espectáculo “totalmente gratuito”. Al llegar al aeropuerto y ver aquellos seis aviones pulcramente alineados, toda incomodidad se evaporaba. Un anfitrión relataba, con fuerte acento yanqui, el origen de la escuadrilla, quiénes la integraban y describían los aviones. Eran seis Sabre F-100, capaces de romper la barrera del sonido. Los administradores del aeropuerto ya habían tomado sus precauciones, pegando cintas en forma de X sobre los vidrios del edificio para que el trueno sónico no los hiciera añicos.
Sorpresa tras sorpresa. Los aviones tomaron altura y de pronto desaparecieron. Tras un par de tensos minutos, cuatro de ellos se cruzaron sobre el aeropuerto llegando desde los cuatro puntos cardinales, con segundos de diferencia. Aquella arriesgada maniobra era parte de otra llamada “explosión de granada” (grenade blast) cuando la escuadrilla se elevaba en forma casi vertical y, a cierta altura, “estallaba” separándose cada uno en direcciones opuestas. La gente era un solo grito, sobre todo cuando el comandante de la escuadrilla sobrevoló a bajísima altura y, frente al edificio, empinó el avión hacia arriba generando el tan esperado trueno sónico.
Inolvidable.
“QUE ANTIPATICOS” – Al año siguiente llegó la escuadrilla argentina “Cruz del Sur”. La integraban seis Sabre F-86, modelos anteriores a los que volaban los Thunderbirds. A poco de llegar, corrió la voz de que el comandante argentino había ordenado una inspección rigurosa de la pista para retirar cualquier objeto (piedra o metal) antes de iniciar la demostración.
No faltó el comentario sarcástico: “Tenían que dar la nota estos curepas, bien antipáticos”. Nadie se preocupó en explicar que en los vuelos acrobáticos de formación cerrada, con los aviones muy cerca unos de otros, cualquier objeto solido que salga disparado en la pista tras ser pisado por una de las ruedas puede causar un daño grave al motor o los delicados mecanismos de gobierno de las aeronaves. Así, una fiesta puede transformarse fácilmente en tragedia.
Los “curepas antipáticos” no decepcionaron. Los F86, aunque viejitos, demostraron una gran versatilidad y los pilotos, una alta destreza en cada una de las figuras acrobáticas.
Claro que nosotros, tras la visita de los pájaros de trueno, ya éramos espectadores veteranos así que hicimos comparaciones. Siento decir que la Cruz del Sur no salió muy favorecida, que digamos.
HUMO EN EL CIELO – La escuadrilla de la humareda, la brasielña “Fumasa”, replicó las acrobacias de sus similares yanquis y curepas. La integraban siete aviones Texan T6 que, al contrario de los cazabombarderos Sabre, eran aviones de entrenamiento avanzado y muy maniobrables. Los brasileños fueron quienes más espectáculos han ofrecido en el Paraguay, hasta que las acrobacias aéreas dejaron de ser un atractivo.
Los últimos en volar como show fueron los Embraer312, conocidos como Tucano, de los cuales la Fuerza Aérea Paraguaya dispone de algunas unidades en servicio activo.
ARA SUNU – En los años ’70, los muchachos del trueno embanderaron con los colores patrios cinco aviones NA-T6 de fabricación norteamericana y llamaron “Ara Sunu” a la escuadrilla que por un tiempo supo engalanar algunas fiestas patrióticas o actividades recreativas al aire libre.
Pero tal vez por razones presupuestarias, de prioridades u obsolescencia, la escuadrilla no realiza actividades.
La FAP se ha convertido, en cambio, en un auxiliar muy valioso en la asistencia en desastres o situaciones de emergencia como las planteadas por la pandemia.
Otros tiempos, otras necesidades.