- Prudencia personal. Según Gracián, la prudencia es la madre de las virtudes. “Es la discreción que nos enseña a vivir bien, a elegir lo mejor y a evitar lo peor.” Todo político es antes que nada una persona. Un ciudadano con derechos y obligaciones. Un vecino, compañero de trabajo, un hombre común sujeto a reglas sociales. En política, lo personal siempre será público. Aunque no debería. Los políticos viven frente a esa casi invisible franja entre la vida privada y la pública. Todo lo que haga en lo personal, estará sujeto a los morbos públicos.
- Prudencia política. La política -al menos en lo ideal-, es un oficio basado en la prudencia. El político debe ponerse por encima de las pasiones, aunque no esté exentas de ellas. También de las emociones, sobre todo las que afecten su actuar. La política es un método de organización social que ordena las actividades de la vida. El político es quien más está obligado a actuar con prudencia. Aunque ahora los electores con frecuencia piensen lo contrario.
- Prudencia económica. Un político no debe ostentar su riqueza, aunque sea una persona de dinero. Mucho menos deberá hacerlo quien no se le conoció fortuna económica antes de entrar a la política. Evite los relojes, los automóviles y los restaurantes caros. ¿Con qué cara dirá que le duele la situación de los sin techo o de quienes apenas sobreviven con sus familias? Deje la ostentación de las marcas caras para las celebridades. Recuerde que usted fue elegido para ser la voz de muchos que apenas sí tienen para vivir. No los ofenda con sus ostentaciones.
- Prudencia discursiva. Aunque estamos en la era de la ira, la denostación y la burla, cuide su lenguaje. Sé que hay públicos y redes que festejan las patanerías discursivas y las mentiras. Las frases insensatas que hacen tendencias. No rinda culto al dios del algoritmo. Vista con algo de prudencia sus mensajes. No fomente más la polarización entre la gente, el deporte favorito de los populistas.
- Prudencia declarativa. No agarre pleito con los gobernados. La comunicación es el instrumento por excelencia de la política. Un político debe explicar, justificar su gobierno, enterar a la gente sobre lo que hace. Nadie se asusta de que el gobierno utilice su propaganda y sus frases para defenderse de sus opositores. Pero no vea a la sociedad como su adversario político. Y mucho menos culpe a los medios de sus mensajes erróneos.
- Prudencia partidista. Si el electorado le dio su confianza, asúmala con humildad. O al menos, aparéntelo. No alardee de su apoyo popular, para burlarse de quienes no votaron por usted o de sus adversarios políticos. Mejor brinde resultados. Mejor llame a la concordia. Mejor aproveche su apoyo popular para mejorar la realidad de las personas. Recuerde que en la democracia nada es para siempre. Corrija a su partido. No le festeje sus arrogancias.
- Prudencia legislativa. La división de poderes se creó para dividir el poder. Dividir el poder para que no hubiera un poder absoluto. Para que no mandara solo una persona. Todo partido, debe apoyar a quien gobierna si ha emanado de él. Pero este apoyo no debe ser ciego. Tampoco irracional. El poder legislativo debe recordar que está ahí como equilibrio, no como cómplice.