Por Benjamin Fernández Bogado
El varias veces senador por Delaware, vicepresidente por dos periodos de Obama y presidente victorioso contra Donald Trump por más de 7 millones de votos populares sacudió al mundo con el anuncio de su retiro de la carrera presidencial. Para muchos fue una decisión apropiada aunque algo tarde. Quedan menos de 4 meses para los comicios y el apoyo a su vicepresidente Kamala Harris debe aún ser reafirmado por la Convención de los demócratas. El tono de su carta de despedida refleja el orgullo de sus logros y la admisión de que no estaba a sus 81 años ni física ni mentlamente para uno de los trabajos más duros y demandantes de cualquier persona. Su partida marca el fin de uno de los argumentos centrales de Trump para erigirse por encima de Biden en las encuestas: su edad y su incapacidad de ir por un segundo término. Ahora las cosas cambian.
Los logros en materia económica de la administración demócrata son en general buenos. Aumentó el nivel del empleo y fue eficiente en reducir costos de medicamentos en un país con un cuestionado y caro sistema de salud. La inflación buscó controlarla aunque los costos de los alimentos y el acceso al crédito tuvieron alto impacto en un país como EEUU altamente consumista y basado en ese factor para sus ventajas competitivas. No ha sido muy eficaz en la guerra de Ucrania contra Rusia en términos de resultados en una guerra que dura ya más de dos años. No pudo contener los ataques de retaliación de los israelíes en Gaza y aunque calificó a nuestros corruptos de «significativamente» cortando sus operaciones comerciales, no terminó haciendo que el departamento de justicia opere contra Cartes y otros señalados. La imagen fue de una presidencia con tendencias hacia el combate contra el crimen organizado pero con una tarea inconclusa en el caso nuestro. El ingreso masivo de inmigrantes y la respuesta confusa tampoco le ha sido favorable y Trump a pesar de sus 94 cargos criminales y una condena se posicionó -hasta ahora- como la mejor opción para los votantes americanos.
Kamala Harris, su vicepresidenta, ex fiscala general de California y senadora por ese Estado sin embargo no ha tenido un rol determinante en el gobierno de Biden y sus primeros intentos de jugar un rol central en la inmigración masiva desde el sur no se han correspondido con éxitos en su tarea. La clave será quien la acompañará y si los grandes donantes de campaña estarían listos para la embestida final.
El camino no es fácil para los demócratas porque la decisión de Biden de descabalgar llega tarde y a más de medio camino del cruce del río. Solo grandes tropiezos de Trump y capacidad de Kamala Harris de aprovecharlos puede acortar la brecha entre republicanos y demócratas. Elegir a una mujer y de color tampoco es una ventaja en un país donde nunca escogieron a una candidata de esas caracteristicas en su historia. Hillary Clinton perdió frente a Trump y aunque los republicanos crean que con Kamala podrían repetir la misma suerte, en verdad no es la misma historia.
Biden lo mejor que hizo fue convocar a un debate presidencial temprano en donde mostró todas las limitaciones de la carga de su edad que ya venía exhibiendo desde hace tiempo pero nunca de forma tan evidente y clara como en esa ocasión. Alargó en demasía la agonía. Fue su aporte a este desenlace de impredecibles consecuencias. Habrá que ver cómo se recompone el partido demócrata y de qué manera los republicanos leen de forma correcta la nueva realidad electoral con la que tendrán que lidiar.
Si antes Trump era lo peor que nada frente a un Biden acabado y con el montado agotado, ahora habrá que ver como juega a la defensiva en un escenario completamente distinto. Falta muy poco tiempo, es cierto, pero esto no se acaba hasta el último recuento de votos en noviembre. –
Benjamin Fernández Bogado
@benjalibre
