Por: Irma Rojas, Especialista comunicación en campañas electorales
Desde el año 2010, cuando Horacio Cartes se perfiló como candidato presidencial, los medios de comunicación hegemónicos iniciaron una campaña de imagen cuidadosamente diseñada. Su objetivo era presentarlo como un empresario exitoso y un líder capaz, ocultando su pasado cuestionable y sus presuntos vínculos con actividades ilícitas.
Reconocidos periodistas y el dueños del holdings de medios (solo basta con googlear para saber quienes fueron esos actores), se convirtieron en voceros de esta narrativa. Utilizaron sus espacios en medios tradicionales para elogiar las supuestas capacidades de Cartes, ignorando las denuncias en su contra y las investigaciones que lo vinculaban con lavado de dinero.
Este pacto de silencio entre los medios hegemónicos y Cartes tenía una motivación clara: los negocios. Creían que podían controlar a Cartes una vez en el poder, obtener beneficios económicos y continuar con su ciclo habitual de encumbrar a un nuevo líder, explotarlo y luego abandonarlo.
El inesperado desafío surgió de un oscuro personaje que, tras saborear el poder y embriagarse de él, reveló una motivación más profunda: Horacio Cartes busca aferrarse al poder para evitar la extradición y el posible encarcelamiento lejos de Paraguay. Esta urgencia lo impulsa a desembolsar cantidades astronómicas para asegurar el apoyo de la mayoría de los Congresistas, incluyendo diputados, senadores y sus seguidores leales.
Tras resistir 5 años de tormentas implacables, hubo momentos de desesperación en los que todo parecía perdido. Con la amenaza inminente de una solicitud de extradición por parte de Estados Unidos acechándolo, Horacio Cartes desplegó esfuerzos intensos, haciendo lobby con sus contactos en el Congreso estadounidense y entre sus aliados en Israel. Necesitaba tiempo desesperadamente, anhelando llegar a las próximas elecciones para asegurarse la protección necesaria y seguir detentando el poder por otros 5 años.
El Cartismo proyecta su permanencia en el poder durante al menos las próximas dos décadas, y están trabajando arduamente en esa dirección. Ya han asegurado la primera parte de su plan, que implica el control político de la República: han consolidado su dominio sobre el Ejecutivo, han copado el Congreso y ejercen un fuerte influjo sobre el poder Judicial y la Fiscalía. Es evidente que solo aquellos alineados con sus intereses ocuparán cargos de importancia, como quedó patente cuando el principal colaborador de Dionisio Amarilla, fuera de la ANR, no logró colocar a su hermana al frente de la Defensoría Pública. El siguiente paso implica asegurar el control total en los ámbitos financiero y comercial, e intensificar su dominio en los medios de comunicación.
En las últimas elecciones no solo Efraín Alegre salió derrotado una vez más, sino que también con él, fueron derrotadas los medios de Zucolli y Vierci, no basto que hayan escrito y hablado día y noche contra Horacio Cartes, no basto las sanciones de EEUU, Peña con muchas más sombras que luces, gano las elecciones sin despeinarse, y Payo quedo muy cerca de dar el golpe y quedar en segundo lugar, sin haber tenido cobertura mediática, y basando su plataforma comunicacional exclusivamente por las redes sociales, todo esto demuestra que la influencia de los medios tradicionales, se encuentra en su mínima expresión.
En las recientes elecciones, no solo presenciamos la derrota una vez más de Efraín Alegre, sino también la derrota de los medios de Zucolli y Vierci. A pesar de sus continuos ataques verbales y escritos contra Horacio Cartes, y de las presiones de Estados Unidos, Peña, con más críticas que elogios, emergió victorioso en las urnas con aparente facilidad. Por otro lado, Payo estuvo a punto de lograr una sorprendente segunda posición sin contar con una cobertura mediática significativa, apoyándose exclusivamente en las redes sociales para comunicar su mensaje. Estos resultados revelan claramente que la influencia de los medios de comunicación tradicionales se encuentra en su punto más bajo.
Actualmente, se está trabajando en la propuesta de extender los mandatos de los Intendentes y Concejales, acción que constituye un evidente desafío a la Constitución. Sin embargo, este movimiento no representa el fin último de sus ambiciones, sino solo un paso más hacia esa meta. La agenda subyacente busca establecer la reelección presidencial fuera del marco de una reforma constitucional. Si logran concretar la prórroga de los mandatos de las autoridades municipales, estarán un paso más cerca de materializar la ansiada y crucial reelección para Horacio Cartes.
La expulsión de la Senadora más votada del Congreso, cuyos votos provienen del respaldo popular y no están vinculados a sobornos ni favores, ha servido como un indicador crucial para evaluar hasta dónde está dispuesta a soportar la población paraguaya. Hasta el momento, la reacción ha sido escasa, al menos en las manifestaciones callejeras.
Históricamente, el paraguayo ha demostrado su propensión a movilizarse principalmente cuando un Presidente intenta prolongar su mandato de forma ilegítima, como lo experimentaron tanto Nicanor como Cartes en el pasado. En esos momentos críticos, miles de paraguayos salieron a las calles en defensa de la Constitución, llegando incluso a sacrificar sus vidas, como lo ilustra el trágico caso de Rodrigo Quintana.
Quizás estamos presenciando el fin del cuarto poder, la prensa tradicional, pero no porque vaya a ser acallada por el poder político-económico que detenta el poder, sino porque los propios paraguayos notan en sus líneas editoriales, intereses creados, que no representan a la opinión pública, el camino para el nacimiento de una nueva Dictadura se encuentra prácticamente despejado.