Recursos públicos limitados y epidemia en progreso. Cuarentena y aislamiento social. Aumentan los infectados y los enfermos y crece la cantidad de muertos. Caída del consumo, despidos, incremento del desempleo. Nadie sabe a ciencia cierta cuándo se podrá levantar definitivamente la cuarentena. El PIB se contrae reflejando una caída general de las actividades económicas. Prácticamente nadie sabe si dentro de un mes tendrá su empleo, si podrá seguir abriendo su pyme o mantener activo su puesto de venta en la vía pública. Impera la incertidumbre en casi todos los quehaceres que permiten a la gente llevar el pan diario a su mesa familiar…
Aún así, con este clima que transita el estrecho pasillo entre el drama y la tragedia, hay grandísimos hijos de puta (con perdón del francés) capaces de infectar con su codicia los programas más sensibles de asistencia en la desgracia. Uno de los primeros casos que se hizo público (y seguramente, no el último) es el de compras sobrefacturadas de barbijos o tapabocas. Hay que ser un cerdo sobre cebado en el robo para perpetrar semejante barbarie. El monto inflado hubiera servido para triplicar la compra de elementos vitales para contener el COVID-19. Se puede decir, sin extremar la figura, que el tapabocas puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. Ahí, en esa coyuntura crítica, los buitres clavan su inmundo pico para succionar recursos. “Algo huele a podrido en la DINAC” decía nuestra tapa de ayer. Es de manual. Nada atrae más a los carroñeros que la podredumbre exhalando sus fétidos vapores.
¿Será posible que, existiendo tantos “órganos de control cruzado”, al Estado sigan comiéndoselo a mordiscones los ladrones que lo parasitan como lapas? Para que quede clara la figura: lapa es un “molusco gasterópodo, de concha cónica con abertura oblonga, lisa o con estrías, que vive asido fuertemente a las rocas (Enciclopedia Britannica)”. La roca, en el caso nuestro, es el Estado, y las lapas, la lista fija de saprófitos beneficiarios de licitaciones y compras directas. Más de uno se llevaría una linda sorpresa si se hiciera pública la lista de apellidos-lapa que pavonean su estatus social.
Robar siempre es delito. Pero hacerlo en tiempos de pandemia, es criminal y asqueroso.