Asoman al menú de ofertas políticas nuevos rostros y una promesa de renovación con miras a hacerse de escaños en las próximas elecciones.
Está más que claro y se celebra que personas jóvenes ingresen a la contienda electoral. La duda empieza cuando hacemos la trazabilidad de la hoja de vida y los logros de aquellos que pareciera ser que su única ventaja competitiva y mérito para ser representantes del pueblo.
Planilleros, personas sin actividad comercial o laboral conocida adornan las ciudades con sus jóvenes rostros y una sonrisa que enternecería a la Madre Teresa de Calcuta. En tiempos de listas abiertas y de inversión política no puede pasar desapercibida la inversión que realizan los candidatos para dar visibilidad a su imagen, aunque esto no involucra solamente a los jóvenes.
¿Quiénes financian a jóvenes promesas, en una época dónde la política toma un rol protagonista que muchas veces se abstrae de los mismos partidos? Sin descuidar que varios de la tierna podredumbre tienen antecedentes violentos, de estafa, de licitaciones de empresas de maletín y corrupción.
¿De qué manera separamos la paja del trigo? Que no nos engañen las caras nuevas, podrían ser versiones evolucionadas de la vieja política, con las mismas formas, el espíritu prebendario, compra cédulas y de corta memoria para cumplir con aquel pueblo que con mucha esperanza los votó. La mejor manera de hacerlo es informarse y no quedarse solamente con la foto retocada de sus sonrisas, que no sea que las caras nuevas traigan consigo viejas decepciones.
