El 4 de julio de 1999 durante la Copa América que vivimos en Paraguay, Argentina perdía por 3-0 contra Colombia. Lo más relevante del partido no fue el resultado, sino lo que ocurrió durante.
Fue el mítico partido donde Martín Palermo se acercó para convertir desde los 12 pasos una vez. Travesaño y fuera. Minutos después ocurre otra falta en la zona de peligro y nuevamente Palermo frente al arco con posibilidad de alterar el marcador.
Travesaño y fuera. Como en una buena ficción y con oportunidad de redimirse, aparece una tercera oportunidad de reducir la diferencia con Colombia, un Palermo sobrio se acerca nuevamente a ejecutar un tiro de gracia. El arquero ataja la pelota. Tres penales que signaron la suerte de un partido, donde el ego fue más fuerte que dar un paso al costado.
La figura de la Concertación está jugando a lo mismo en esta oportunidad, colocando a un jugador que ya erró dos penales en un partido que se podía ganar, una persona que no está jugando a nada, concertando solamente entre amigos y similares, personas que no discutan o incomoden, como si setenta años de supremacía del partido de gobierno no fueron suficientes para aprender que un caballo cansado no puede ganar una carrera, que un equipo donde uno quiere tener la pelota todo el tiempo no puede ganar.
Las campañas políticas acarrean un gasto inmenso, nuestro fallador de penales declaró que iba a gastar en su campaña menos de lo que cuesta un cartel con su cara en la vía pública, lo que nos permite inferir dos cosas: o miente o no tiene siquiera ganas de ganar, despertando que su casi elocuente sensación de victoria se desplome con dirigentes y figuras que abandonan la cancha para no verlo errar por tercera vez un penal, allanando el camino para que el partido de poder asegure otro periodo.
Los desconcertados de la Concertación, no invitados a la mesa de conversación porque la dinámica de “dueño de la pelota” que elige quién juega y quién no, no es más que una acción funcional al poder de turno, donde las otras opciones deben crear nuevos espacios porque han socavado y utilizado como propia la Concertación, lo que se refleja también en el bajo interés por la misma como coalición, porque ha quedado más que demostrado que hubo una apropiación desleal de la marca y del esfuerzo de unir fuerzas.
Si no miramos más allá de los doce pasos, se va a errar otro penal y la gente que busca una alternancia se va a quedar con las ganas de cambiar de jugador.