No termina de sorprender la facilidad con que cualquier ley se transforma en papel mojado en el Paraguay. Repasemos el grotesco episodio del Buen Pastor y del ataúd que se desvió de su destino explícito, es decir, el cementerio.
La reclusa Carmen Villalba exigió que el cadáver de su hermano abatido a balazos en el norte en medio de un operativo de desarticulación de la banda terrorista, fuera llevado a su presencia, con un tono de exigencia como si en lugar de una reclusa común y corriente fuera una faraona del antiguo Egipto. Versiones coincidentes indican que tanto desde la dirección del penal como del ministerio de Justicia se le había negado la posibilidad de que la convicta fuera llevada al salón de velatorio en el que reposaban los restos de su hermano. ¿Razones? Que no estarían dadas las condiciones de seguridad que garantizaran una ida y vuelta segura. A continuación, y tras un planteo concreto, también se denegó el traslado del féretro al penal.
¿Llevamos la cuenta, verdad? Entonces interviene una señorita de nombre Ana Coronel que sería excoordinadora de establecimientos penitenciarios femeninos (¿?). Argumentó que se estaban violando los derechos humanos de las reclusa quien en 2010, recordó, veló en la capilla del Buen Pastor los restos de su hijo fallecido. Es decir, se pretendía explicar una violación de la ley penitenciaria con otra violación anterior. Y por si hiciera falta, la intermediaria advirtió a las autoridades penitenciarias y de justicia que de no concederse el pedido, podría generarse un motín violento y hasta muertes. Típico lenguaje de extremistas acostumbrados a dialogar con la violencia, los secuestros, las torturas y el asesinato y cuyo ejemplo más repudiable y bárbaro fue el que acabó con la vida de Cecilia Cubas.
El Presidente de la República echó al ministro y a la directora del penal. ¿Se acaba con eso el desorden y la prepotencia en las penitenciarías? Es obvio que no. Todas las cárceles están penetradas y cogobernadas por el delito organizado. En eso, ni siquiera somos originales, pues es un modelo vigente en Argentina y en Brasil en donde los carteles de la droga dictan sus leyes e imponen su voluntad. Aquí quedó demostrado con el episodio del féretro viajero.
Sólo es cuestión de sentarse a esperar el próximo episodio de terror.
El juego continúa. Triste peor real.