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Política y Persuasión

Cuando un personaje se envuelve en un rol mesiánico y hace creer a la ciudadanía que a través suyo se pueden obtener beneficios políticos, económicos, sociales o de otro tipo. Que las masas deseen aquello que él promete, aunque realmente no pueda cumplirlo, le da poder.

Cuando hablamos de poder, no tocamos más que un concepto ambiguo en el que podemos encajar todas las expectativas, anhelos y posibilidades. Es indefinido, se alimenta a sí mismo y se sostiene en las aspiraciones de los demás. Esta carta de persuasión a través del poder es la cadena invisible con la que los políticos de la vieja usanza llegaron y se mantienen en el poder, la sobrealimentación de su ego, con la eterna promesa de un bienestar que no solamente nunca llega, sino que se vuelve cada vez más lejano, dejando esos beneficios para su cúpula cercana.

Ese poder nefasto que promete, rompe, somete y aparenta es una clara muestra de lo que vivimos en nuestro país. Durante la Era Democrática, frondosos discursos sobre empleo, trabajo y educación decoran los manuales de los discursos políticos, mientras que la realidad nos posiciona en uno de los puestos más altos de desempleo y subempleo de la región, miles de compatriotas deben migrar a países vecinos para recibir atención médica y aquellos que no pueden permitirse ese lujo, son víctimas de una odisea de pasillos, burocracia, falta de equipamientos y turnos que deben quitarse a las cuatro de la mañana para ser atendidos dos meses después, si todo marcha según el plan y ni hablar de nuestra educación, romantizando el dar clases bajo un mango y posicionados entre uno de los peores 5 sistemas educativos del mundo, con más de 30 ministros de Educación en el haber del proceso democrático.

Volvemos a los tiempos de promesas, donde todas las caras se ven bonitas, aunque sea con mucho esfuerzo y herramientas informáticas, donde todos vociferan promesas que no han cumplido en el pasado y probablemente no estén dispuestos a cumplir.

“Si uno no se mete en política, la política se mete con uno” reza un viejo dicho tan real como cada palabra que lo conforma. Nos toca a nosotros informarnos, buscar, averiguar de fuentes fidedignas quiénes son los candidatos que prometen y quiénes son los candidatos que hacen, a quiénes responden y cuáles han sido sus alianzas o comportamientos en el pasado. No debemos resignarnos a creer que todo está perdido y que si no votamos no pasa nada, al revés, pasa mucho, porque las estructuras de poder tienen asegurado su lugar para sobreponerse a la ausencia de los indiferentes. El mayor acto de rebeldía contra lo que nos parece que no funciona o que no va a funcionar es a través de ejercer el voto, una de las pocas veces donde todos estamos igualados y no importa nuestro origen, partido o religión, un voto es un voto y hace la diferencia. No dejemos que la persuasión de una campaña bien diseñada nos haga continuar en el mismo proceso que estamos corriendo como país, sin importar el color o la afinidad, busquemos a aquellos hacedores que pelean contra molinos de viento pero que buscan su oportunidad de cambiar las cosas. Aunque las cosas solamente van a cambiar con algo fundamental: tu voto

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