Otro “corrupto significativo” nos avergüenza ante el mundo
Desde afuera nos señalan algo que ya sabíamos pero que por comodidad, indiferencia o vergonzosa complicidad, la sociedad viene soportando como una enfermedad repugnante: la corrupción, la impunidad, el nepotismo desenfrenado y la impúdica exhibición de privilegios y canonjías que infectan la función pública.
Cuando suponíamos que el caso del expresidente Horacio Cartes y su designación de “significativamente corrupto” por el Departamento de Estado de EE.UU. era un punto máximo, surge ahora esta nueva vergüenza para el país: el vicepresidente Hugo Velázquez señalado como participante de actos de “significativa corrupción” a partir de sobornos a un funcionario de Estado e interferencia en procesos públicos. El objeto de estos ilícitos era obstruir una investigación que amenazaba los intereses financieros del vicepresidente Velázquez. Según expresiones del embajador de EE.UU. Marc Osfield, la suma que se habría ofrecido para bloquear la acción judicial llegaría a US$ 1 millón.
Velázquez comparte con Juan Carlos “Charly” Duarte, asesor jurídico de la EBY, el pesado collar de haber generado acciones que -afirma el Departamento de Estado- “contribuyen a la disminución de la confianza en el Gobierno y a la percepción pública de corrupción e impunidad dentro de la oficina del vicepresidente del Paraguay”, el recinto más cercano al Presidente Mario Abdo Benítez.
En nada modifica el panorama el hecho de que Velázquez renuncie a su cargo y también a su candidatura a Presidente de la República por la ANR. El daño es irreversible. El hecho de que cuatro de sus familiares más cercanos caigan con él bajo el apelativo de significativamente corruptos evidencia la profundidad y la extensión de los lazos de corrupción que lo han estado acompañando en su dilatada carrera en la función pública. Es innegable que todo el clan Velázquez, con sus 14 integrantes enchufados en el Estado, drenan anualmente Gs. 3.400 millones de guaraníes solo en salarios. Con tales significativos privilegios, es inimaginable la cantidad de negocios vinculados que podrían generarse a partir de semejante posición.
Hace años que las investigaciones periodísticas atribuyen al “clan Velázquez” y sus prácticas de nepotismo explícito, la acumulación de un descomunal patrimonio. Pero era como golpear en el vacío, arar en el mar. Tenían, una vez más, que disciplinarnos desde afuera para que este andamiaje de corrupción comience a estremecerse y, tal vez, a desmoronarse.
Con Cartes dijimos que esto estaba empezando. Con Velázquez, continúa. Tal vez sea este el vendaval que estuvimos esperando para que de una buena vez se barra toda la mugre que enferma al Estado y al Gobierno.
