En abril próximo estaremos a 24 meses de que el tratado de Itaipú cumpla 50 años y llegue el momento de sentarnos a negociar un nuevo trato con nuestros condóminos de la binacional. Durante 48 años nos pasamos el tiempo discutiendo a quien le sería útil Itaipú, luego cómo sacar ventaja de la energía no utilizada y del territorio inundado y más adelante pelear para obtener una mejor cuota de manejo de la central hidroeléctrica.
Durante todo ese medio siglo, la casta política se ha encargado de usar las consejerías y la planta permanente de funcionarios como una suerte de agencia de empleo fijo altamente rentado, financiamiento electoral y manejo discrecional de los fondos sociales. Todavía hoy se escuchan encendidas denuncias contra los enclaves de privilegiados que tienen en Itaipú –y también Yacyretá- su “caja chica”, no tan chica bien mirada.
¿Y la renegociación? En 2021, el jaulón de los políticos estará muy alborotado con las internas municipales y luego con las municipales propiamente dichas. Habrá una ligera pausa para Navidad y Año Nuevo y ya entraremos de lleno en el 2022, con otras internas más bullangueras, esta vez, para las generales. Y cuando estas concluyan y se sepa quiénes van a gobernar el país de agosto de 2023 a agosto de 2028, llegará el momento de preguntarse: ¿No nos estaremos olvidando de algo? ¿Itaipú, por ejemplo?
Como al parecer a la cofradía política no le cabe eso de “caminar y masticar chicle al mismo tiempo”, caeremos en la cuenta de estar por completo a la deriva, inermes y sin propuesta para sentarnos frente a los brasileños, viejos camanduleros de la diplomacia de alfombra roja, floripondios cortesanos y lenguaje sibilino.
A menos que alguien pueda asegurar que hay ahora mismo, un proyecto sólido y un equipo multidisciplinario avezado en las negociaciones bilaterales, el 2023 nos pillará a la intemperie y sin paraguas. Es evidente que el escándalo que sacudió al país a raíz del acta secreta de entendimiento ANDE-Eletrobras para la contratación de potencia dejó muchos heridos y contusos. Para muchos, las renegociaciones son terreno minado, altamente tóxico y devorador de carreras, tanto políticas como profesionales. Así que, por ahora, nadie se anima a poner un pie en él, sobre todo, estando en ruta directa a elecciones generales. Mientras, el vasallaje continúa.